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El camino de las calles a los libros

Un grupo de niños sonríe a la cámara tras salir de la escuela para ir a trabajar al campo en Nigeria.
Un grupo de niños sonríe a la cámara tras salir de la escuela para ir a trabajar al campo en Nigeria. Fotografía: © Lorimer Images/Shutterstock.

“¿Qué estás haciendo?”, le pregunté a mi amiga en lengua yoruba.

“Estoy leyendo”, respondió Aysh.

“Lo sé”, me burlé. “Lo que quiero decir es ¿por qué?”.

Era muy raro ver a una niña sin hogar leyendo. Aysh y yo éramos parte de los niños de la calle de Tollgate, en Lagos (Nigeria). Ninguno de nosotros sabía leer. Como Peter Pan y los Niños Perdidos, en su mayoría, éramos huérfanos tratando de sobrevivir. Perdí a mis padres en un accidente cuando tenía 9 años y terminé en la calle antes de cumplir 10 años.

En las calles, no hay habilidades, ni talento, ni compasión; tienes que luchar por todo y, lo más importante, no hay libros. Éramos más de 5000 los que vivíamos en esa ciudad fronteriza entre los estados de Lagos y Ogun. Sobrevivir era parte de nuestra educación diaria, ya que comer una vez al día era un desafío de enormes proporciones. Tenías que hacer cola para hacer cosas básicas como ir al baño o lavar tu ropa. Para dormir, tenía que colarme en tiendas vacías al anochecer y poner un cartón en el suelo. Los niños en situación de calle están acostumbrados a los mosquitos, el frío, la lluvia, y los animales peligrosos y las personas que deambulan por la ciudad en la noche: estos niños no saben leer. En las calles no había futuro, y tenías que enfrentar decenas de desafíos para sobrevivir a diario.

"En las calles, no hay habilidades, ni talento, ni compasión; tienes que luchar por todo y, lo más importante, no hay libros". 

Le pregunté a Aysh con curiosidad dónde aprendió a leer. Me habló de una escuela que estaba ofreciendo un programa de lectura callejera.

Me encogí de hombros y me volví para irme, ya que nunca me importó aprender a leer. El proceso de admisión a la escuela pública exigía presentar documentos fiscales. Los chicos de las calles no son contribuyentes; éramos niños sin control tratando de mantenernos vivos. Pero una chica que siempre me había gustado estaba leyendo un libro. Ella sonaba tan inteligente y distinta de cualquiera de nosotros. Mientras intentaba unirme a mi banda de granujas para salir y pasar el día pidiendo dinero, me di cuenta de que la mitad de los conductores miraba de manera peculiar a Aysh. Me quedé helado cuando vi orgullo, respeto y esperanza en los ojos de esas personas. Antes de ese momento, la única expresión que vi en los rostros de los desconocidos cuando nos miraban a nosotros fue piedad y desesperanza. Ese día, vi esperanza.

Me despedí de mi banda, y regresé donde Aysh. Sentía mucha curiosidad, y quería aprender a leer también. Me sentí agradecido cuando me contó que la escuela a cargo del programa de lectura proporcionaría tres comidas si yo terminaba toda mi lección de lectura y me portaba bien al día siguiente. Además, ofrecía una beca si conseguía leer por mi cuenta al cabo de tres meses.

"En las calles no había futuro, y tenías que enfrentar decenas de desafíos para sobrevivir a diario".

Me inscribí en el programa y sobreviví a la entrevista oral. La escuela iba a proporcionar alojamiento y alimentación a los estudiantes que tuvieran éxito, y esto me motivó realmente a trabajar duro. Tuve que hacer ciertos cambios y deshacerme de mis actitudes callejeras, ya que tenía muchas ganas de salir de las calles y obtener una cama cálida y una beca. Lo más importante fue aprender a leer, y los libros fueron útiles. Disfruté de los coloridos libros; me transportaron a lugares encantadores que nunca supe que existían, y sentí tanto placer y alegría abriendo sus páginas.

Mis habilidades de lectura mejoraron poco a poco y con el tiempo me dieron libros sin imágenes. El primer libro sin imágenes que realmente disfruté fue una novela corta titulada “El llamado de la selva”, escrita por Jack London. La historia abordó la lucha del personaje principal contra el clima frío y peligroso en Yukón (Canadá). Me di cuenta de que compartía desafíos similares con el personaje que desafortunadamente no fue capaz de sobrevivir al clima. Leer me ayudó a sanar; me expuso a las luchas e historias de otras personas. Me di cuenta de que todos tenían sus dificultades y dolores; me di cuenta de que era importante ser positivo y fuerte. Oliver Twist, de Charles Dickens, me hizo darme cuenta de que muchos niños en el mundo atraviesan desafíos similares a los que me había enfrentado, y que es necesario crear más programas de lectura para ayudar a los jóvenes.

El “Programa Desafío de Lectura Callejera 2014” de la Escuela Internacional Bookers—que lamentablemente fue descontinuado en 2018 debido a la falta de recursos— cambió mi vida para siempre. Había salvado a más de 1000 niños sin hogar como yo del analfabetismo y nos había convertido a muchos de nosotros en sus estudiantes y en aficionados de los libros.

El programa fue sumamente exhaustivo; los viernes nos pasaban un libro extenso. Debíamos leerlo durante el fin de semana y presentar un resumen a los maestros de la clase el día lunes. Más tarde me di cuenta de que la escuela se llamaba “Bookers” simplemente por la pasión de los fundadores por los libros y el aprendizaje. Fue un día muy triste cuando se canceló el programa, y me preocupo a diario por esos niños que nunca tendrán oportunidades similares a las mías.

"Hay 13,2 millones de niños fuera del sistema escolar en Nigeria; un gran porcentaje de estos jóvenes vivirá en una pobreza devastadora por el resto de sus vidas".

Hoy, los números van en aumento; hay 13,2 millones de niños fuera del sistema escolar en Nigeria; un gran porcentaje de estos jóvenes vivirá en una pobreza devastadora por el resto de sus vidas; muchos nunca podrán leer un libro. Las mujeres jóvenes son las principales víctimas del analfabetismo, ya que las expone a la trata de personas, el matrimonio infantil, la prostitución, enfermedades, la violencia y la muerte. Creo que todos estos problemas se pueden resolver con un programa de alfabetización que pueda brindar a estos jóvenes los beneficios ilimitados de la educación.

Un mundo donde todos los niños puedan leer es definitivamente un objetivo que vale la pena perseguir, y es a esto a lo que quiero dedicar mi vida.

Esta entrada de blog es uno de los tres trabajos ganadores del segundo concurso de redacción de blogs organizado por el Grupo Banco Mundial y el Financial Times.


Autores

Ayomide Olawale

Estudiante de la Escuela Internacional Bookers de Nigeria

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