Este blog fue publicado originalmente (i) por el Instituto Brookings el 25 de febrero de 2022.
Durante gran parte de los últimos 50 años, una pieza clave de la maquinaria mundial para prevenir las crisis de deuda soberana en las economías en desarrollo se ha regido por un conjunto de ideas algo anticuadas , según el cual los prestamistas gubernamentales preceden a los comerciales en el orden de prioridad para cobrar los reembolsos, es posible convencer a los prestamistas comerciales apelando a la moralidad, y los "principios" informales son suficientes para alcanzar el objetivo. Durante casi todo ese mismo período, se ha visto con claridad que muy poco de esto es cierto. En la práctica, por lo general los prestamistas comerciales cobran primero (PDF, en inglés). Los prestamistas gubernamentales (denominados acreedores bilaterales oficiales) en realidad recuperan una proporción menor de su dinero: en promedio, un valor al menos 20 puntos porcentuales (PDF, en inglés) más bajo que los comerciales. Incluso después de una reestructuración, los acreedores bilaterales tienen más probabilidades que los prestamistas comerciales de ver a sus prestatarios recaer en atrasos en los pagos.
Sin embargo, en el "circo de tres pistas" (PDF, en inglés) que constituye la típica reestructuración de la deuda soberana, los acreedores bilaterales oficiales son el número central; los prestamistas comerciales generalmente aparecen solo al final. Los acreedores gubernamentales primero negocian los términos de la reestructuración con los prestatarios soberanos. Luego les piden que procuren obtener un "trato comparable" con los acreedores comerciales, lo cual rara vez se logra.
El resultado es a menudo una tragedia en cámara lenta: demoras en el alivio de la deuda, prolongadas negociaciones sobre la reestructuración y hasta una década (i) de penurias para los ciudadanos del país prestatario.
Este enfoque podría haber resultado comprensible hace 50 años, cuando las economías de ingreso bajo y mediano debían poco dinero a los acreedores comerciales. Pero hoy en día es simplemente insostenible: en conjunto, la deuda de estas economías con sus acreedores comerciales es ahora casi cinco veces (i) mayor que la que mantienen con los acreedores bilaterales (USD 2,17 billones frente a USD 475 000 millones, respectivamente). Además, una parte considerable de la deuda comercial se otorga en forma de préstamos respaldados por recursos (PDF, en inglés), para los cuales se comprometen como garantía los ingresos futuros derivados de los recursos naturales de un país. En resumen: los acreedores comerciales tienen toda la fuerza que necesitan para hacer cumplir el pago. La "persuasión moral" no podría ser más inútil en estas circunstancias.
Hay una mejor manera, y se puede poner en práctica de inmediato a través del trabajo del Grupo de los Veinte (G‑20) referido al Marco Común para los Tratamientos de la Deuda (i), el vehículo internacional de alivio de la deuda elaborado más recientemente para los países de ingreso bajo con niveles de endeudamiento insostenibles. La iniciativa ya representa una mejora estructural clave. Los signatarios del Marco Común incluyen muchos más acreedores bilaterales importantes que el Club de París (i), entre ellos, China y Arabia Saudita. Pero los avances se han estancado. Hasta ahora, solo tres países (Chad, Zambia y Etiopía) han solicitado ayuda. Una de las razones es la falta de participación del sector privado en la Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda (DSSI) del G‑20. Otra es que los posibles interesados temen que, si solicitan asistencia, se coarte su acceso al financiamiento comercial. La extremada lentitud de la reestructuración también actúa como elemento disuasorio: los países quieren evitar la incertidumbre económica que conllevarían las prolongadas negociaciones sobre la reestructuración.
Es tiempo de salir del atasco. El Banco Mundial ha propuesto (PDF, en inglés) dos medidas sencillas.
Primero, llevar a los acreedores comerciales a la mesa de negociaciones desde el principio. Eso contribuiría en gran medida a alinear los incentivos de estos acreedores con los de los prestamistas gubernamentales y los prestatarios soberanos. Además, permitiría alcanzar más fácilmente un principio fundamental de la reestructuración: la necesidad de que la carga que implica el alivio de la deuda se distribuya de manera equitativa entre todos los acreedores. También aceleraría el proceso: los acreedores bilaterales y comerciales podrían llegar a un acuerdo de reestructuración en conjunto, y no por separado y de manera secuencial. Y aumentaría las probabilidades de que se formule un programa de alivio que restablezca la sostenibilidad de la deuda de forma definitiva.
En segundo lugar, elaborar una fórmula matemática estándar para compartir la carga. El "trato comparable" es más fácil de lograr con una fórmula estándar que permita determinar la magnitud del alivio de la deuda que ofrecerá cada uno de los acreedores. Hoy en día, el Club de París emplea diferentes métodos para evaluar si se está obteniendo un tratamiento comparable. Entre los acreedores bilaterales, la práctica consiste en comenzar por suspender los pagos del servicio o extender los vencimientos de los préstamos antes de reducir el volumen de la deuda. Los acreedores comerciales se mueven más rápido. Por lo general, reestructuran y reducen todo el saldo de la deuda pendiente. Una fórmula estándar de valor neto actualizado dirigida a lograr la igualdad en el trato mejoraría la transparencia al tiempo que aumentaría las probabilidades de alcanzar dicha igualdad.
Hoy el mundo está en una encrucijada. La pandemia de COVID‑19 ha dejado a las economías en desarrollo con el nivel de deuda total más alto de los últimos 50 años: el equivalente a más del 200 % del producto interno bruto. De los países más pobres —la mayoría de ellos en África—, casi el 60 % está en grave riesgo de sobreendeudamiento o ya se encuentra en esa situación. Hay pocos antecedentes que indiquen que tales niveles de deuda pueden mantenerse inocuos en las condiciones que vemos hoy, cuando el crecimiento se desacelera, la inflación aumenta y está en curso un fuerte ciclo de endurecimiento de la política monetaria.
Sin embargo, solo se dispone de un mecanismo internacional para el alivio de la deuda: el Marco Común. Y avanza con el mismo ritmo pesado de sus predecesores. Hasta ahora, solo uno de los tres países solicitantes, Chad, ha pasado a la etapa de las negociaciones sobre la reestructuración. En vista de que la DSSI caducó en diciembre, los solicitantes pronto enfrentarán una carga adicional: la reanudación de los pagos del servicio de la deuda. Mientras tanto, el peligro de las crisis de deuda está haciendo metástasis, también en las economías de ingreso mediano.
Todos los países se beneficiarán si redoblamos nuestros esfuerzos para proporcionar alivio a los más pobres, y el Marco Común representa la prueba definitoria en este sentido. Si podemos fortalecerlo y acelerarlo, si podemos liberar a los solicitantes de la obligación de realizar pagos del servicio de la deuda durante las negociaciones, quedará claro que la comunidad internacional está a la altura de los desafíos que tenemos por delante.
En el mundo no faltan soluciones para desactivar el peligro de las crisis de deuda. Lo único que se necesita es el compromiso de llevarlas a cabo.
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