Las instituciones financieras de desarrollo nacionales (IFDN) se han convertido en una herramienta fundamental para promover los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), entre ellos los relacionados con la acción climática y el medio ambiente. Su importancia quedó de manifiesto en 2020 cuando los bancos públicos de desarrollo emitieron una declaración conjunta en la Cumbre Finanzas en Común, en la que reafirmaron su compromiso con los ODS y el Acuerdo de París.
Con activos que ascienden a USD 19 billones y representan más del 10 % de las inversiones anuales a nivel mundial, las IFDN ejercen una influencia importante en el impulso de iniciativas de finanzas verdes en todo el mundo. A pesar de ello, el financiamiento verde sigue representando solo una pequeña proporción de las inversiones y los préstamos totales de las IFDN, y la mayoría de estas instituciones aún se encuentran en las primeras etapas de la transición de sus carteras.
Para profundizar en el papel de las IFDN en las finanzas verdes, el Banco Mundial publicó recientemente un informe (i) en el que se estudian 22 de estas instituciones, se analizan las tendencias actuales y se recomiendan medidas de política para “aplicar criterios ecológicos” en las IFDN.
Ecologización de las IFDN: Principales conclusiones del informe
Las IFDN son esenciales para catalizar el financiamiento, entre otras cosas a través de sus estrategias innovadoras que promueven la movilización de capital privado. Más allá de sus actividades de financiamiento directo, estas instituciones pueden implementar de manera experimental mecanismos de financiamiento combinado e instrumentos de mejora del crédito para abordar obstáculos financieros como los períodos de amortización prolongados y la percepción de los riesgos de un proyecto. Un buen ejemplo es el Mecanismo de Financiamiento para el Clima, puesto en marcha por el Banco de Desarrollo de África Meridional, que ofrece deuda subordinada y extensiones de los plazos con el fin de atraer financiamiento privado para proyectos de infraestructura resiliente al clima.
Para conseguir una mayor cantidad de financiamiento climático privado, las IFDN pueden crear carteras de proyectos financiables ofreciendo servicios de preparación de proyectos y asistencia técnica. También pueden poner a prueba y promover instrumentos y políticas verdes prometedores que no existen aún en el mercado. Por ejemplo, las IFDN suelen ser las primeras entidades en emitir bonos verdes en sus países y pueden ayudar a demostrar la viabilidad de estos instrumentos a posibles emisores corporativos.
Estos esfuerzos dirigidos a ampliar el financiamiento verde deben estar impulsados por metas ambiciosas y procesos de divulgación de información sólidos. Por ejemplo, el Banco de Desarrollo de Corea ha elaborado una estrategia para apoyar la meta de neutralidad en carbono establecida por el Gobierno coreano y cuyo plazo es 2050. El Banco de Fomento Industrial de Türkiye (TKSB) también hace un seguimiento de su cartera verde y publica información en consonancia con las recomendaciones del Grupo de Trabajo sobre Divulgación de Información Financiera Relacionada con el Clima.
Las inversiones y los préstamos de las IFDN están expuestos, al igual que los de otras instituciones financieras, a riesgos climáticos y ambientales, como inundaciones y sequías. No obstante, hasta la fecha, las IFDN encuestadas han analizado estos riesgos principalmente a través de la perspectiva de los impactos ambientales y sociales, en lugar de evaluar los riesgos financieros que enfrentan sus carteras. Sin embargo, algunas IFDN tienen enfoques más avanzados. Por ejemplo, en México, los Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura participan en un estudio destinado a identificar los riesgos físicos en las carteras de crédito de las instituciones financieras de América Latina, mediante el uso de modelos y escenarios climáticos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.
El camino futuro
Sobre la base de estas ideas, el Banco Mundial colabora activamente en los esfuerzos de los países para ecologizar sus IFDN. Por ejemplo, con nuestro apoyo, el Banco de Desarrollo de Rwanda emitió un bono vinculado a la sostenibilidad (i), convirtiéndose en el primer banco de desarrollo del mundo en hacerlo. El Banco Mundial también aprobó recientemente proyectos para ayudar al TSKB (i) y la Corporación de Desarrollo de Kenya (i) a establecer fondos verdes que permitan ampliar el financiamiento de capital para emprendimientos ecológicos.
De cara al futuro, las IFDN deberían colaborar más con los Gobiernos, las organizaciones internacionales y otras partes interesadas en la aplicación experimental de nuevos conceptos que ayuden a catalizar el financiamiento verde. A medida que amplían sus operaciones para satisfacer las necesidades de financiamiento verde, los países también deben elaborar marcos jurídicos y de control adecuados, así como prácticas de gobierno corporativo y de gestión de riesgos apropiadas para garantizar la gestión eficaz de las IFDN. Al trabajar juntos, podemos aprovechar el potencial de las instituciones financieras de desarrollo nacionales para movilizar financiamiento a la escala que se necesita en la transición hacia un futuro sostenible y con bajas emisiones de carbono.
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