En primer lugar, debemos abordar la “pobreza vinculada a la energía” si queremos acabar con la pobreza.
Creemos que la pobreza vinculada a la energía significa dos cosas: las personas pobres son quienes menos posibilidades tienen de acceder a la energía, y son las más propensas a seguir siendo pobres si carecen de electricidad.
Alrededor de una de cada siete personas, o 1100 millones de habitantes, no tienen acceso a la electricidad y casi 3000 millones todavía cocinan con combustibles contaminantes como keroseno, leña, carbón vegetal y estiércol.
En África, el problema de la falta de electricidad sigue siendo abrumador. En Liberia (i), por ejemplo, solo el 2 % de la población tiene acceso habitual a luz eléctrica.
Incluso los países que cuentan con acceso a menudo tienen un servicio muy poco confiable. Uno de cada tres países en desarrollo registra al menos 20 horas de cortes de energía al mes.
Cuando se tiene electricidad, esta puede ser cara: en muchos países de África al sur del Sahara los consumidores pagan de 20 a 50 centavos de dólar por kilovatio-hora en comparación con un promedio mundial cercano a 10 centavos de dólar.
El crecimiento económico inclusivo es el medio más eficaz de reducir la pobreza e impulsar la prosperidad. Sin embargo, la mayor parte de la actividad económica no es posible sin la existencia de una energía moderna, adecuada, confiable y a precios competitivos.
Por eso el acceso a la energía es tan importante en la lucha contra la pobreza.
En segundo lugar, se debe proporcionar acceso a la energía de manera sostenible.
Según datos recientes, más personas pobres están obteniendo acceso a la electricidad a una tasa más rápida, nunca antes vista. Sin embargo, la proporción de energías renovables no está aumentando a la misma velocidad. Y estamos rezagados en cuanto a la mejora de la eficiencia energética.
La Agencia Internacional de la Energía sostiene que en los países de ingreso alto la eficiencia energética es ahora la mayor fuente de energía porque la energía que se ahorra es energía que se puede usar en otros lugares.
Esto significa que podemos cortar el vínculo entre el crecimiento económico y la demanda de energía con solo mejorar la eficiencia energética.
China (i) es un gigante en términos de la reducción de la intensidad del uso de la energía, ya que ahorra tanta energía como la que consumió entre 1990 y 2010. Sin embargo, la economía china sigue consumiendo casi el doble de energía que la japonesa (i), dejando mucho margen para lograr mejoras.
Si aplicáramos todas las tecnologías de eficiencia energética que ya están disponibles en la actualidad, podríamos reducir el consumo de energía en alrededor de un tercio.
Ahora vemos que los países cambian los combustibles fósiles por energías renovables, con nuevas y cuantiosas inversiones en energía hidroeléctrica, geotérmica, solar y eólica, formas que son bien conocidas por todos.
Entre 2010 y 2012, la adopción de energías renovables modernas aumentó un 4 % en todo el mundo. Asia oriental lideró este movimiento con el 42 % de la nueva generación de energías renovables del total de la producción mundial.
Aun así, el mundo en desarrollo apenas ha alcanzado la superficie. Por ejemplo, en toda África y Asia solo se ha aprovechado el 10 % a 20 % del potencial hidroeléctrico, y el potencial solar está comenzando levemente a ser comprendido en su totalidad.
En tercer lugar, los obstáculos al acceso a la energía no son solo financieros. También debemos abordar cuestiones normativas.
Muchos países continúan subsidiando los combustibles fósiles como una manera de reducir los costos para los consumidores. Pero los subsidios no focalizados son muy caros, socavan los esfuerzos de conservación de la energía, y en su mayoría benefician a los ricos que usan más combustible que los pobres.
En 2013, casi US$550 000 millones de fondos públicos se gastaron en todo el mundo en estos subsidios directos a los combustibles fósiles. Este dinero podría ser destinado a prioridades en materia de desarrollo.
Otro desafío clave para muchos países es que las energías renovables requieren gran concentración de capital, el que puede ser difícil de obtener en entornos considerados riesgosos. Muchos países han adoptado políticas de incentivos para superar estas barreras. Brasil (i) e India (i) están teniendo éxito con las subastas de energías renovables.
La energía solar en pequeña escala puede acelerar considerablemente el acceso a la electricidad. Los sistemas solares domésticos de bajo costo han ayudado a países como Bangladesh (i) y Mongolia (i) a llevar electricidad a los hogares de ingreso bajo que de otra manera vivirían a oscuras.
Bangladesh tiene ahora el programa de electrificación nacional sin conexión a una red más grande en el mundo. Este, que comenzó en 2003 entregando conexiones a unos 11 000 hogares, está suministrando ahora energía solar segura a más de 850 000 viviendas cada año.
Los grandes avances tecnológicos llegan ahora en forma de almacenamiento de energía. La nueva tecnología de baterías de almacenamiento podría hacer avanzar al mundo mucho más rápido hacia por lo menos un 50 % de energías renovables, o incluso más.
En cuarto lugar, el Grupo Banco Mundial toma muy en serio el tema de la energía sostenible para todos.
Sabemos que lograr este objetivo supondrá triplicar los flujos históricos de capital para proyectos de acceso y de energía limpia.
El año pasado, dos tercios de nuestros préstamos fueron destinados a países de Asia meridional y África al sur del Sahara, donde vive la mayoría de las personas que no tienen acceso a energía.
Más del 90 % de nuestros préstamos para generación de electricidad se dirige a formas de energía limpia: energía hidroeléctrica, solar, eólica y geotérmica, y gas natural. No otorgamos préstamos para proyectos destinados a nueva generación de electricidad a partir del carbón, salvo en circunstancias muy excepcionales.
También desempeñamos un papel importante al trabajar con los países para garantizar que haya un entorno propicio adecuado que aliente una mayor inversión, especialmente en energías renovables.
Creemos firmemente que poner fin a la pobreza vinculada con la energía es un propósito que merece toda nuestra atención.
Es por eso que copresidimos la iniciativa Energía Sostenible para Todos (i) con el secretario general de las Naciones Unidas (ONU). De forma conjunta nos centramos en tres metas: garantizar el acceso universal a servicios energéticos modernos, duplicar la proporción de energías renovables en la combinación energética mundial, y duplicar la tasa de mejora de la eficiencia energética.
Esperamos que la pobreza relacionada con la energía se encuentre entre los nuevos objetivos de desarrollo sostenible que la comunidad mundial acordará este año.
Este blog se basa en un discurso pronunciado en junio de 2015, cuyo texto completo puede ser visto aquí: http://www.worldbank.org/en/news/speech/2015/06/10/energy-and-sustainable-development-whats-next.
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