Publicado en Voces

Lo que el ébola enseñó al mundo un año después

Beatrice Yardolo survived Ebola but lost three children to the disease. © Dominic Chavez/World Bank
Beatrice Yardolo sobrevivió al ébola, pero la enfermedad le arrebató tres hijos.
© Dominic Chavez/Banco Mundial

El 5 de marzo, los médicos liberianos dieron de alta del hospital a la profesora de inglés Beatrice Yardolo, con la esperanza de que fuera su última paciente con ébola. Desafortunadamente, el viernes pasado a otra persona en Liberia se le detectó la enfermedad, que ha causado más de 10 000 muertos en África occidental.
 
Esta mala noticia nos recordó que el mundo debe permanecer atento y que debemos insistir en llegar a cero casos de ébola en todos los lugares. Además, tenemos que apoyar a Guinea, (i) Liberia, (i) y Sierra Leona (i) en sus esfuerzos por reconstruir y mejorar sus sistemas de salud para prevenir una próxima epidemia.

Beatrice sobrevivió al ébola, pero ella y otros sobrevivientes han pagado un alto precio. Perdió a tres de sus 10 hijos debido a la enfermedad, su casa fue declarada en cuarentena, y no ha podido trabajar. Ella y su país enfrentan un abrumador camino de regreso a la recuperación y Beatrice permanece en riesgo de contraer el ébola mientras haya un solo caso en la región.
 
No tenía por qué ser así. La primera alerta mundial sobre el brote de ébola surgió hace un año, cuando su propagación se limitaba a las áreas boscosas de Guinea sudoriental. Una vez que reconocimos la gravedad de la epidemia, el Grupo Banco Mundial comprometió más de US$500 millones para ayudar a financiar la respuesta inmediata de los tres Gobiernos. Aunque desembolsamos el dinero en un tiempo récord, recién comenzó a fluir unos ocho meses después de que comenzara el brote porque tanto nosotros como el resto de la comunidad internacional no reaccionamos antes.
 
Las lecciones que dejó la epidemia del ébola son claras y, más precisamente, no son nuevas. Con cada brote anterior —síndrome respiratorio agudo severo, gripe aviar y otros— la comunidad mundial se ha comprometido a crear mejores sistemas que sean capaces de detener una próxima epidemia. La voluntad política de hacer esto dura unos pocos meses, pero luego lo olvidamos.
 
Esta vez no debemos olvidar y cada una de las enseñanzas, que se mencionan a continuación, hay que transformarlas en un plan claro para finalmente crear una capacidad de respuesta ante una pandemia que sea equiparable al desafío.
 
En primer lugar, debemos garantizar que todos los países tengan un sistema de salud sólido y con capacidad de adaptación. Esto significa un sistema que pueda entregar atención básica de salud y servicios de prevención de alta calidad para todos. Las naciones también necesitan una vigilancia efectiva y capacidades de diagnóstico de las enfermedades que permitan identificar, tratar y contener rápidamente los brotes. La crisis del ébola ha dejado en evidencia las importantes desventajas económicas de no invertir adecuadamente en el sector de la salud: estos tres países han tenido pérdidas de ingresos del orden de los US$1600 millones.
 
En segundo lugar, las comunidades deben ser empoderadas para que estén a la vanguardia en las tareas de prevención y respuesta a las enfermedades. Sabemos, por ejemplo, que uno de los principales factores que impulsaron esta epidemia fueron los entierros poco seguros. Solo cuando los líderes tradicionales y religiosos se hicieron cargo del mensaje y la respuesta, las familias y comunidades perjudicadas adoptaron prácticas seguras. Ahora es tiempo que se refuercen las importantes inversiones que se han realizado en cuanto al envío de trabajadores de salud así como los esfuerzos de movilización de la comunidad.
 
En tercer lugar, la epidemia del ébola expuso la fragilidad de estos países. Una crisis sanitaria se transformó en una crisis de desarrollo. Es por eso que, por ejemplo, estamos proporcionando más de 10 000 toneladas de semillas de maíz y arroz a más de 200 000 agricultores de los tres países antes del inicio de la temporada de siembra en abril. También sabemos que si no se invierte en escuelas, carreteras, electricidad y telecomunicaciones seguras, los países no podrán entregar servicios básicos eficaces de salud o contener un próximo brote.
 
Por último, si bien no menos importante, el sistema de salud mundial no está bien equipado tanto en términos de preparación como de respuesta ante brotes epidémicos. La rápida adopción de medidas puede salvar miles de vidas y ahorrar potencialmente billones de dólares. Para ayudar a hacer esto, el Grupo Banco Mundial está desarrollando el concepto de un mecanismo mundial de emergencia para casos de pandemia.
 
Nuestro objetivo es trabajar con asociados en la creación de un instrumento financiero que permita desembolsar rápidamente una gran cantidad de fondos ocho horas y no ocho meses después de que haya ocurrido un brote. Necesitamos una coordinación técnica sólida liderada por una Organización Mundial de la Salud fortalecida; intervenciones oportunas que incluyan a grupos de profesionales de la medicina, expertos en logística, y empresas farmacéuticas, de transporte y de comunicaciones, además del apoyo de instituciones financieras de los sectores público y privado.
 
Si hubiéramos contado con esto, tal vez el ébola nunca habría llegado a la aldea de Beatrice Yardolo. Ella habría tenido buena salud, un trabajo seguro, y todos sus hijos gozarían de vidas prósperas. Debemos hacerlo mejor la próxima vez. Le debemos a Beatrice y a los miles de sobrevivientes del ébola detener de plano una próxima epidemia, antes de que las naciones pierdan la esperanza y las oportunidades. Como médico de enfermedades infecciosas y presidente del Grupo Banco Mundial, prometo hacer todo lo que esté a mi alcance para apoyar la creación de una capacidad de respuesta mundial ante una pandemia, que permita proteger a las personas y a la economía internacional. Esta vez, todos debemos insistir en que no nos olvidemos.
 
Publicado por primera vez en TIME. (i)


Autores

Jim Yong Kim

Ex Presidente del Grupo del Banco Mundial

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