En 2014, cuando el Grupo Banco Mundial participó en una reunión organizada por el entonces príncipe Carlos para analizar el comercio ilegal de especies silvestres, cada 20 minutos se cazaba un elefante de manera furtiva. Diez años después, este tipo de prácticas está disminuyendo en gran parte de África, un éxito conseguido gracias al arduo trabajo de los países, las comunidades y la sociedad civil. ¿Qué hemos logrado en esta última década?
Dado que los delitos ambientales suelen ser actividades transnacionales, las respuestas también debían atravesar las fronteras entre países. Hace 10 años se produjo un hito importante en la cooperación mundial para la conservación de la fauna y la flora silvestres, cuando 46 países suscribieron la declaración de Londres sobre el comercio ilegal de vida silvestre. Estas naciones se comprometieron a fortalecer las leyes contra la caza furtiva y reducir la demanda de productos de vida silvestre mediante un cambio de comportamiento y leyes que penalizaran la importación o el uso de especies comercializadas ilegalmente. Reconociendo los riesgos de sobreexplotación, en la declaración también se instó al uso sostenible, legal y rastreable de la flora y fauna silvestre. Esto complementó las regulaciones de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), lo que sentó las bases para una respuesta coordinada —de la oferta y la demanda—, con sólidas alianzas entre los organismos encargados de hacer cumplir la ley, el sector privado y las comunidades afectadas por la amenaza del comercio ilegal de especies silvestres.
Este entorno habilitante generó impactos tangibles en las políticas y en la aplicación de la ley en los países a lo largo de toda la cadena de tráfico. Además de la instrumentación de estas políticas, las instituciones públicas comenzaron a recibir mejores dotaciones de recursos y el apoyo de la sociedad civil y organizaciones comunitarias. Una de las formas observables de los beneficios de esta cooperación son los esfuerzos realizados en el marco del Programa Mundial para la Vida Silvestre (i), una iniciativa por valor de USD 365 millones financiada por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial, que trabaja en 38 países para ayudar a los Gobiernos a fortalecer las economías relacionadas con la vida silvestre, eliminar los delitos conexos y fomentar la coexistencia entre los seres humanos y las especies silvestres. A través de este programa, se implementaron medidas más firmes contra la caza furtiva en casi 100 sitios de importancia crítica para la biodiversidad mundial. Ya hemos observado una reducción de la caza furtiva en 20 de estos sitios, desde los elefantes adaptados al desierto de Malí hasta los tigres de Sumatra o los rinocerontes de Leuser en Indonesia. Por ejemplo, gracias a la mejora de la capacidad para hacer cumplir la ley en Etiopía, el 90 % de los casos de comercio ilegal de vida silvestre presentados ante los tribunales nacionales terminan en condenas con sentencias apropiadas. Las iniciativas de cambio de comportamiento en Tailandia han dado lugar a una reducción del 30 % en la intención de los consumidores de comprar amuletos hechos de marfil y de restos de tigres.
También se activaron tecnologías nuevas y existentes para detener los delitos contra la vida silvestre. Por ejemplo, en Vietnam (i), las tecnologías digitales ayudan a los administradores de zonas protegidas a monitorear y patrullar mejor la caza furtiva y otras amenazas directas a la biodiversidad, y a presentar informes al respecto. En la República del Congo, ahora se utilizan perros rastreadores especializados para detectar productos ilegales de la vida silvestre, y en Gabón, el Grupo Banco Mundial ayudó a financiar el primer centro de análisis genético de la vida silvestre de África central para rastrear de dónde provienen las piezas de marfil. La modernización del trabajo de los guardabosques —con protecciones laborales apropiadas, equipo adecuado para cada fin y un liderazgo que sirve de apoyo— sigue siendo la variable más importante para atrapar a los delincuentes en el acto o, mejor aún, disuadirlos antes de que intenten cometer un delito.
Sin embargo, este éxito también ha traído aparejados nuevos desafíos. El resurgimiento de las poblaciones de vida silvestre ha tenido consecuencias para los seres humanos. El 73 % de las personas que respondieron una encuesta (i) realizada por el Programa Mundial para la Vida Silvestre manifestó que en sus países están aumentando los conflictos entre los seres humanos y la flora y fauna silvestre y, en los países de ingreso bajo, estas perturbaciones constituyen una amenaza para la seguridad alimentaria y, a menudo, para sus vidas. Por ejemplo, los productores ganaderos del sur de Panamá han observado un repunte de la cantidad de jaguares, lo que supone un riesgo para sus animales. Una vez más, las tecnologías nuevas y antiguas están ayudando a responder a este problema. Se están utilizando para proteger el ganado mediante el seguimiento de los patrones de migración de los jaguares y para determinar los modelos de pastoreo del ganado. La instalación de cercas y alarmas también es útil, como se observó en la región del Himalaya en India, donde los sistemas de alarma disuasoria condujeron a una reducción del 50 % al 75 % en las pérdidas ganaderas de ovejas azules. La creación de planes de seguros, que sirven como redes de protección para compensar la pérdida de cosechas o ganado, también puede ser un último recurso, pero cada vez es más importante dado que los seres humanos y las especies silvestres compartimos los mismos paisajes.
En última instancia, nada resulta tan útil como una economía de la vida silvestre próspera y legal para revertir la cantidad de delitos en esta esfera y compensar el riesgo de que se produzcan más conflictos entre los seres humanos y las especies silvestres. En Zambia, donde el 40 % de la tierra se encuentra bajo algún tipo de protección, el 7,2 % de los empleos y el 7 % de los ingresos de la población dependen de los viajes y el turismo. Solo dos parques nacionales proporcionan más de 35 000 puestos de trabajo. Cuando la vida silvestre contribuye a crear empleo y a generar ingresos para las personas, influye en las comunidades y los Gobiernos para mejorar la gestión y la conservación, de modo de beneficiar a todos.
Nuestra misión es poner fin a la pobreza en un planeta habitable. En este sentido, nada es más importante que mantener poblaciones de vida silvestre saludables que cumplan la doble función de ser motor del empleo y dar una señal de habitabilidad en el planeta.
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