Este artículo apareció originalmente en Project Syndicate (i) el 12 de abril de 2023.
En ningún otro lugar se sufre tanto el impacto de las crisis recientes —las consecuencias económicas persistentes de la COVID‑19 y los efectos secundarios globales de la guerra de Rusia en Ucrania— como en el mundo en desarrollo. A los habitantes de los países pobres les cuesta hacer frente al aumento de los precios de los alimentos y los combustibles y a una deuda insostenible, mientras que los niños en edad escolar siguen sintiendo las pérdidas de aprendizaje causadas por la pandemia. En muchos lugares, el crecimiento económico se ha estancado.
Como agravante, los efectos del cambio climático son cada vez más pronunciados, y las inundaciones, las sequías y las malas cosechas ponen en peligro tanto las vidas de las personas como sus medios de subsistencia. Tal como advirtió el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en su último informe (i), el mundo debe actuar de inmediato para evitar algunas de las consecuencias más catastróficas del calentamiento global, que afectarían en mayor medida a los más pobres y vulnerables.
La “policrisis” mundial plantea una amenaza sin precedentes para el desarrollo económico. Si queremos crear un futuro más resiliente, sostenible y próspero para todos, necesitamos redefinir hoy los aspectos fundamentales del crecimiento a fin de abordar los nuevos peligros transnacionales. La capacidad de respuesta, la innovación, la cooperación internacional y las alianzas con el sector privado son más importantes que nunca. El Banco Mundial, que ya es el mayor proveedor de financiamiento para la acción climática en los países en desarrollo, está reforzando su modelo operativo para responder con velocidad a este cambio de circunstancias.
Al evaluar las perspectivas de los países de ingreso bajo, las cifras hablan por sí solas. En las economías en desarrollo, se prevé que durante el resto de esta década el crecimiento será un tercio más bajo que en la década de 2000. Las crisis recientes han vuelto a sumir en la pobreza a decenas de millones de personas. En lugar de alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible de poner fin a la pobreza extrema para 2030, el ritmo actual de progreso implica que casi 600 millones de personas seguirán viviendo con menos de USD 2,15 al día. El panorama a largo plazo es igualmente sombrío: las crisis educativas relacionadas con la COVID‑19 podrían costar a los estudiantes actuales de los países de ingreso bajo y mediano hasta el 10 % de sus ingresos futuros.
Para revertir las pérdidas de los últimos años y lograr que los países en desarrollo vuelvan a la senda del crecimiento, debemos ayudar a los Gobiernos a lograr estabilidad macroeconómica y crear entornos de negocios que favorezcan la inversión privada. Es esencial impulsar proyectos de capital listos para la inversión que contribuyan a un futuro más sostenible, por ejemplo, en el ámbito de la energía renovable y la infraestructura resiliente frente al clima. Asimismo, se necesita apoyo para crear sistemas sólidos y adaptables de salud pública, educación y protección social a fin de mitigar el impacto de las crisis futuras.
En los últimos tres años se ha comprobado la importancia de ampliar la preparación para hacer frente a las perturbaciones y mejorar los tiempos de respuesta. El Grupo Banco Mundial ha proporcionado un paquete de financiamiento de USD 170 000 millones durante el período de 15 meses que finaliza en junio de 2023 con el propósito de ayudar a los países a abordar los impactos de las múltiples crisis superpuestas. Una de las áreas clave de apoyo ha sido el fortalecimiento de los sistemas de protección social y la seguridad alimentaria y nutricional en algunos de los países más vulnerables del mundo. Desde febrero de 2022, el Banco Mundial ha movilizado más de USD 23 000 millones en apoyo financiero para Ucrania (i).
Los fondos específicos también tienen una función destacada en la mitigación de futuros desastres. El nuevo Fondo para Pandemias del Banco Mundial, por ejemplo, ayudará a los países de ingreso bajo y mediano a aumentar la capacidad en áreas esenciales, como la vigilancia de enfermedades, los laboratorios, el personal de salud pública y la participación comunitaria, así como la comunicación, la coordinación y la gestión de emergencias.
Los desafíos que son principalmente transnacionales o mundiales —en particular, el cambio climático— están impulsando los giros más importantes en las políticas de desarrollo. Además de contar con mayores recursos, para avanzar será necesario fomentar una cultura de intercambio de conocimientos, de modo que los países puedan aprender rápidamente unos de otros y tomar mejores decisiones en contextos de gran incertidumbre. También se necesita una planificación cuidadosa para garantizar que los proyectos refuercen la resiliencia a largo plazo y se puedan ampliar por medio de inversiones del sector privado.
La tarea de abordar el calentamiento global puede parecer abrumadora, pero el reciente informe del IPCC muestra que hay esperanza. Allí se señala que, en los últimos años, los costos de varias tecnologías de mitigación —especialmente las centradas en el uso mejorado de la tierra y la energía renovable— se han vuelto más asequibles. Además, las políticas dirigidas a acelerar la adopción de estas tecnologías, reducir la deforestación y mejorar la eficiencia energética han dado lugar a una reducción considerable de las emisiones de gases de efecto invernadero en algunos sectores. Con apoyo internacional, esos avances podrían ser de gran ayuda para los países en desarrollo.
Los nuevos desafíos exigen sobre todo un aumento de la cooperación entre los países y un mayor compromiso de la comunidad internacional. En este ámbito también hay esperanza. El mundo acaba de sufrir una pandemia mortal que podría haber sido incluso peor sin la colaboración transfronteriza. Trabajando juntos, logramos producir y distribuir vacunas eficaces a una velocidad sin precedentes. En un contexto en que las crisis mundiales no parecen ceder y dado que las economías en desarrollo son las más afectadas por sus impactos, este tipo de compromiso compartido y acción conjunta deben convertirse en la nueva normalidad.
Únase a la conversación