Publicado en Voces

“Sin alimentos no habrá paz”

Se ha hablado mucho sobre los disturbios por la falta de alimentos ocurridos en 2007 luego de las alzas en los precios mundiales de los alimentos. El interés generado por estos hechos está completamente justificado dado que hubo  muertos y lesionados. Además, es muy probable que en el futuro cercano ocurran más sucesos de esta naturaleza, si los precios de los alimentos siguen siendo tan elevados e inestables en el mundo. No se puede esperar que estos desórdenes dejen de pasar cuando se vive en un entorno en que las condiciones meteorológicas son cada vez más impredecibles, en que los Gobiernos para enfrentar las dificultades y presiones  toman fácilmente medidas de políticas comerciales inducidas por el pánico y en que continúan sucediendo desastres humanitarios relacionados con los alimentos.

En la actualidad, las crisis causadas por los precios de los alimentos han provocado una y otra vez una gran inestabilidad sociopolítica de carácter espontáneo, por lo general en las ciudades. Sin embargo, no todos los episodios violentos han surgido repentinamente y se sabe, por ejemplo, que la creciente competencia a largo plazo por la tierra y el agua también genera conflictos. Cuando se suman la pobreza y las disparidades generalizadas, las reivindicaciones básicas y la falta de redes de protección social adecuadas, el resultado es una combinación donde la inseguridad alimentaria y el conflicto estarán estrechamente relacionados. Ciertamente, la lista de estos tipos de eventos violentos es muy extensa y la última edición de mayo de  Alerta sobre precios de los alimentos muestra ejemplos ocurridos en Argentina, Camerún, Pakistán, Somalia, Sudán y Túnez. 1

¿Cómo podemos prevenir los disturbios por la escasez de alimentos?

La respuesta a esta interrogante plantea algunos importantes desafíos.

En primer lugar, aunque el término "disturbio causado por la falta de alimentos" es de uso habitual, no se comprende bien. No hay consenso en cuanto a su definición: algunas explicaciones son demasiado restrictivas (por ejemplo, solo incluyen episodios que han causado víctimas fatales) u otras son demasiado amplias (consideran incluso manifestaciones pacíficas). Al no haber un acuerdo o contar con una lista convenida de disturbios, es todavía más difícil entender cuáles son los factores comunes que desencadenan estos eventos y cuáles dependen del contexto de cada país.

Además, rigurosos análisis empíricos no han podido demostrar de manera convincente que los precios de los alimentos y, de manera más general, de los productos básicos y los recursos naturales hayan influido en diversos tipos de conflictos. Al menos en el caso de los precios de los alimentos, se podría sostener que la falta de pruebas sólidas se debe a que los estudios examinan las pistas equivocadas, esto es, los precios internacionales en lugar de los precios internos. El estudio de estos últimos conlleva sus propios problemas, de los cuales el más importante es la imposibilidad de determinar si los resultados obtenidos son una consecuencia del efecto de los precios en las protestas o de las protestas en los precios; no obstante, la omisión del rol que han tenido los precios internos en los disturbios locales causados por la escasez de alimentos deja un vacío enorme en la evidencia actual.

¿Entonces, qué podemos hacer? 

Primero, necesitamos ser cautelosos y evitar la proposición de soluciones a un problema que no se comprende totalmente. Un primer paso fundamental será aclarar qué es un disturbio causado por la escasez de alimentos. En la edición de mayo de  Alerta sobre precios de los alimentos, proponemos una nueva definición que puede ser usada en todas las políticas públicas, los medios de comunicación y los sectores académicos:  un desorden violento y colectivo que genera pérdida de control, lesiones físicas o daños a la propiedad, causado fundamentalmente por falta de disponibilidad, accesibilidad o capacidad de pago de los alimentos que se necesitan, informado por los medios internacionales y locales de comunicación, y donde el descontento puede deberse a otras causas subyacentes.

A pesar de las dificultades —esto es, subjetividades—  asociadas con la explicación  de la violencia y el nivel real de responsabilidad que se puede atribuir a los alimentos frente a otros factores en cada episodio concreto, esta definición ha permitido la identificación y el seguimiento de 51 eventos ocurridos en más de 37 países. El siguiente mapa muestra el resultado de este ejercicio en dos ejemplos específicos: Honduras y Sudán.

Pérdida y desperdicio global de alimentos por región  a. Porcentaje de pérdida total

Necesitamos también ir más allá de la simple noción de que el conflicto genera inseguridad alimentaria (y, en último término, hambrunas) a una noción que incorpore asimismo el hecho de que la inseguridad alimentaria, en general, y las crisis de los precios de los alimentos, en particular, contribuyen a generar inestabilidad y conflictos. Desafortunadamente, esto rara vez aparece en las noticias. Como lo planteó con gran elocuencia el padre de la revolución verde y premio Nobel de la Paz, Norman Borlaug: "No se puede consolidar la paz mundial si hay estómagos vacíos y miseria humana”. Recordemos este mensaje cuando trabajamos en favor de un mundo con mayor seguridad alimentaria, más próspero y más pacífico.
 
1 En la edición de mayo de Alerta sobre precios de los alimentos se mencionan algunos de los estudios más importantes sobre los precios de los alimentos y los conflictos.

Autores

José Cuesta

Economista principal

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