Desde 1960, la proporción de habitantes rurales ha disminuido constantemente. Hasta 2008, la mayoría de la población mundial aún residía en zonas rurales, pero desde entonces la creciente urbanización ha cambiado ese equilibrio. Hoy en día, las personas que viven en esas áreas representan menos de la mitad de la población del planeta. Aun así, en 2024, aproximadamente 3440 millones de habitantes —casi el 44 % de la población mundial— siguen viviendo en zonas rurales.
El descenso de la proporción de las poblaciones rurales —y el correspondiente aumento de la urbanización— es una tendencia global que se observa en todas las regiones. Sin embargo, en África subsahariana y Asia meridional, la mayoría de la población sigue viviendo aún en las zonas rurales. Según proyecciones, África subsahariana se convertirá en una región predominantemente urbana para 2036, mientras que Asia meridional llegará a serlo una década más tarde, en 2046.
Las poblaciones rurales siguen viéndose afectadas de manera desproporcionada por la pobreza. Actualmente, el 80 % de las personas más pobres (i) que subsisten con menos de USD 2,15 al día vive en zonas rurales. Para lograr la prosperidad en estos sitios en todo el mundo es necesario garantizar el acceso a servicios de infraestructura esenciales, como agua potable, tecnologías modernas para cocinar y electricidad confiable.
Las inversiones en infraestructura rural impulsan la productividad (i) y contribuyen a que las economías dejen de depender de la agricultura. Esto crea más empleos, incrementa los ingresos y mejora el acceso a los bienes, lo que reduce la pobreza. Cuando el acceso a los servicios básicos es más equitativo, también disminuye la desigualdad de ingresos y entre las zonas rurales y urbanas. Si no hay igualdad, las comunidades pobres a menudo pagan más por necesidades básicas, por ejemplo, comprar agua embotellada en vez de tener acceso a agua potable.
Aunque ha aumentado constantemente el acceso a estos servicios esenciales, persisten desigualdades marcadas entre las poblaciones rurales y urbanas de países con diferentes niveles de ingreso, especialmente en África subsahariana.
Acceso a agua potable segura
El acceso mundial al agua potable (i) garantiza una buena salud y contribuye a una sociedad próspera. Sin este acceso, las personas enfrentan un alto riesgo de contraer enfermedades transmitidas por el agua, algunas de las cuales pueden poner en peligro la vida. En general, las zonas rurales están rezagadas en cuanto al acceso al agua potable en comparación con las zonas urbanas. En 2022, el acceso al agua potable en las zonas urbanas (81 %) era 19 puntos porcentuales más alto que en las zonas rurales (62 %). La falta de atención específica para las poblaciones pobres y vulnerables (i) ha permitido que persistan tales brechas.
En los países de ingreso bajo sigue habiendo marcadas diferencias. En 2022, menos del 15 % de los habitantes de zonas rurales tenían acceso a servicios de abastecimiento de agua potable gestionados de manera segura, en comparación con casi el 60 % de los habitantes urbanos.
En los países de ingreso mediano bajo, la brecha en el acceso al agua potable se ha reducido casi por completo en las últimas dos décadas: alrededor del 60 % de las poblaciones urbanas y rurales tiene ahora acceso a agua potable segura. De hecho, desde el año 2000, el acceso de los residentes urbanos no ha cambiado, pero ha habido un aumento notable en el caso de los habitantes rurales, pasando del 34 % al 63 %.
Incluso en los países de ingreso alto, el acceso al agua potable es desigual entre las zonas urbanas y rurales: mientras que el acceso a esta agua es casi universal (95 %) en las zonas urbanas, 1 de cada 10 habitantes rurales en los países de ingreso alto todavía carece de agua potable.
Cuando se dispone fácilmente de agua potable segura en las zonas rurales, las personas ya no tienen que recorrer grandes distancias para obtenerla, lo que ahorra tiempo, reduce el esfuerzo físico que puede provocar dolor crónico o discapacidad y mejora la productividad general.
Acceso a la electricidad
El acceso a la electricidad abre una amplia gama de oportunidades: proporciona iluminación en la noche, ayuda a manejar las temperaturas extremas a través del uso de calefactores, ventiladores y refrigeradores, y conecta a las personas con el mundo mediante los teléfonos y el internet. También aumenta la productividad al alimentar electrodomésticos como las máquinas de lavar y computadoras. En conjunto, estos beneficios ayudan a las comunidades a integrarse en la economía mundial y servir como catalizadores del desarrollo económico.
En el año 2000, más de 1250 millones de personas no tenían acceso a la electricidad. En las últimas dos décadas, esta cifra se ha reducido casi a la mitad: 618 millones de habitantes aún no tienen luz eléctrica, de los cuales más de 500 millones viven en zonas rurales.
Desde el año 2000, el acceso a la electricidad en las zonas rurales ha mejorado significativamente en todo el mundo. En regiones como Asia meridional, América Latina y el Caribe, y Asia oriental y el Pacífico, la brecha entre el acceso urbano y rural casi ha disminuido en su totalidad. Incluso en Oriente Medio y Norte de África, donde persisten las disparidades, ha habido avances notables.
En África subsahariana, el acceso a la electricidad ha mejorado tanto en las zonas urbanas como rurales. Sin embargo, la diferencia entre ellas sigue siendo amplia, y llega a alrededor de 50 puntos porcentuales. En las zonas rurales de la región, menos de 2 de cada 5 personas tienen acceso a la electricidad, lo que pone de relieve una brecha persistente y significativa.
Por último, el acceso a la electricidad no es tan binario como podría parecer. No se trata solo de si alguien tiene electricidad, sino también de la calidad de ese acceso, que a menudo se mide por la capacidad de alimentar electrodomésticos básicos y la asequibilidad del uso de esos servicios. Si se toma en cuenta la calidad, el acceso en las zonas rurales parece aún más limitado.
Accesso a tecnologías limpias para cocinar
Los combustibles y las tecnologías para cocinar menos contaminantes son aquellos que emiten niveles de material particulado y monóxido de carbono dentro de los límites de seguridad recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Entre ellos, se encuentran opciones (i) como la energía solar, la electricidad, el biogás, el gas natural y el gas licuado de petróleo. El acceso a formas limpias de cocinar es un indicador clave de la calidad de la infraestructura (i): permite que las personas preparen los alimentos sin contribuir a la nociva contaminación del aire en lugares cerrados, reduce el riesgo de enfermedades respiratorias y mejora la salud en general.
A nivel mundial, el acceso a tecnologías limpias para cocinar ha mejorado en las zonas rurales, aumentando del 24 % al 54 %, y la brecha entre el acceso urbano y rural se ha reducido en muchas regiones, entre ellas Asia oriental y el Pacífico, Asia meridional, y América Latina y el Caribe. Sin embargo, África subsahariana se destaca como excepción. Aunque el acceso en las zonas urbanas ha aumentado en los últimos años (del 62 % en 2000 al 81 % en 2022), el acceso en las zonas rurales se ha estancado en gran medida (pasó solo del 2,5 % en 2000 al 8,5 % en 2022), lo que conduce a una brecha cada vez mayor. También es la única región donde menos de 1 de cada 10 habitantes de las zonas rurales tiene acceso a tecnologías limpias para cocinar.
A medida que aumentan los niveles de ingreso, la brecha entre el acceso urbano y rural a tecnologías limpias para cocinar tiende a disminuir. En los países de ingreso bajo, las zonas urbanas suelen disfrutar de un acceso mucho mayor que las zonas rurales, lo que da lugar a una marcada disparidad. En cambio, en los países de ingreso alto, el acceso está generalmente extendido tanto entre las poblaciones urbanas como rurales, por lo que la brecha es mucho menor.
A medida que el mundo se urbaniza cada vez más, es esencial que las comunidades rurales no queden rezagadas. Para alcanzar, entre otras metas, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), los servicios de infraestructura esencial, como la electricidad, el agua potable y las tecnologías limpias para cocinar, deben llegar a todos, y no se deben pasar por alto las zonas rurales.
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