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Programas de inclusión económica: una plataforma para salir de la pobreza extrema

Transferencias de efectivo en Madagascar. Fotografía: © Mohammad Al-Arief/BancoMundial. Transferencias de efectivo en Madagascar. Fotografía: © Mohammad Al-Arief/BancoMundial.

En un momento en que el mundo debe hacer frente a la pandemia, el nuevo informe sobre el estado de la inclusión económica señala diversos caminos que permitirían sacar de la pobreza a los más pobres y vulnerables.

Por primera vez en 20 años, la pobreza extrema está aumentando en todo el mundo, y la COVID-19 amenaza con erosionar años de avances arduamente logrados.  Según estimaciones del Banco Mundial, las consecuencias económicas de la pandemia pueden incrementar en hasta 150 millones la cantidad de personas que viven en la pobreza extrema en 2021. Las mujeres, los niños, las poblaciones desplazadas y las personas con discapacidades se han visto particularmente afectadas.

Mientras los Gobiernos y los asociados para el desarrollo tratan urgentemente de revertir la tendencia y ayudar a los sectores muy pobres, un cúmulo creciente de evidencias muestra que las intervenciones coordinadas dirigidas a lograr la inclusión económica pueden proporcionar un camino útil para salir de la pobreza extrema.

Las medidas de protección social, incluidas las transferencias de efectivo, son pilares esenciales de los programas de lucha contra la pobreza.  Pero si bien tienen el poder de incrementar los activos y la resiliencia, no son suficientes para abordar las múltiples limitaciones que pueden impedir que los más pobres y vulnerables salgan de la pobreza y no vuelvan a caer en ella. Entre esas limitaciones podrían incluirse la falta de educación o capacitación, la escasez de oportunidades laborales, la falta de activos o la imposibilidad de acceder a los mercados y el financiamiento.

Con el objetivo de hacer frente a este desafío, en el reciente informe titulado State of Economic Inclusion Report 2021 (Estado de la inclusión económica 2021) (i), se analiza el modo en que los Gobiernos pueden sacar provecho de inversiones fundacionales (que incluyen protección social, medios de subsistencia y empleo, e inclusión financiera) para mejorar las oportunidades de los pobres.

En este informe, publicado por la Alianza para la Inclusión Económica (i), un mecanismo único de colaboración entre Gobiernos nacionales, el Banco Mundial y una amplia gama de partes interesadas del ámbito del desarrollo, se presenta un balance de los esfuerzos internacionales dirigidos a ampliar las intervenciones de inclusión económica centradas en los más pobres, con especial énfasis en la creación de medios de subsistencia y empleos. A partir del análisis de 219 programas que abarcan 92 millones de personas en 75 países, en el documento se encuentran evidencias de que, para segmentos de la población que a menudo quedan rezagados, tales intervenciones pueden transformarse en una verdadera plataforma para salir de la pobreza y lograr medios de subsistencia sostenibles.

Estas iniciativas de inclusión económica lideradas por Gobiernos u organizaciones no gubernamentales tienen diversos alcances y se dirigen a diferentes grupos. Asimismo, se basan en las comunidades y ponen énfasis en las asociaciones de colaboración, y su diseño flexible permite satisfacer las necesidades locales e introducir modificaciones a medida que surgen nuevos desafíos, como la pandemia de COVID-19 o el creciente impacto del cambio climático. Ya sea que estén dirigidas a hogares encabezados por mujeres en Níger (i), a una población desplazada en Afganistán (i) o a un grupo indígena de Perú, todas estas iniciativas comparten un enfoque multidimensional que combina varios tipos de medidas de lucha contra la pobreza (donaciones en efectivo, capacitación, tutorías, acceso a los mercados y servicios) para maximizar el impacto y transformar las vidas de las personas que se enfrentan a la pobreza extrema.

Los programas de inclusión económica también desempeñan un papel fundamental en la búsqueda por generar un mayor número de empleos, de mejor calidad y más inclusivos, un eje clave del trabajo del Grupo Banco Mundial. Si bien los impactos de la COVID-19 son de amplio alcance, recaen desproporcionadamente sobre los más pobres, con lo que profundizan las trampas de la pobreza y agravan las vulnerabilidades.  En los hogares, los impactos se observan más inmediatamente en el aumento de los precios de los alimentos, la disminución de las oportunidades de generar ingresos y las crisis de salud irreversibles.

¿Qué se necesita para cambiar de manera significativa las perspectivas económicas de las personas extremadamente pobres y vulnerables?  En el informe se destacan tres áreas clave para resolver este desafío difícil:

  • Acceso a oportunidades para generar ingresos: las personas muy pobres, cuando tienen empleo, tienden a trabajar en sectores informales y menos productivos, donde los salarios son bajos y el seguro social, inexistente. Al combinar la capacitación en habilidades con el acceso al financiamiento, la tecnología, la infraestructura y, más importante aún, los mercados y las redes, los programas de inclusión económica pueden ayudar a los participantes a iniciar la transición hacia el empleo sostenible o a desarrollar medios de subsistencia a través del empleo autónomo y los microemprendimientos. En Perú, el programa Haku Wiñay (PDF, en inglés) ha logrado vincular a los más pobres con los mercados locales a través de una fuerte colaboración con instituciones dedicadas a la protección social y la agricultura. Esto ha permitido a los hogares rurales invertir en activos productivos, lo que ha dado como resultado un aumento de casi el 8 % en sus ingresos.
  • Oportunidades para los jóvenes: los jóvenes de las familias más pobres a menudo tienen dificultades para encontrar un empleo adecuado, particularmente en las zonas urbanas. Esto se debe a que con frecuencia carecen de las habilidades, los conocimientos o las redes que se necesitan para traducir su educación en buenos empleos. En vista de los altos niveles de subempleo entre los jóvenes y la incertidumbre que estos enfrentan durante la búsqueda de trabajos formales, los programas de inclusión económica pueden brindar oportunidades de empleo autónomo y desarrollo microempresarial.  Por ejemplo, en Uganda, diversos grupos de jóvenes adultos recibieron financiamiento para acceder a una formación técnica y profesional a través del programa Oportunidades para los Jóvenes (i), con el que también se les proporcionaron herramientas y materiales para la profesión que eligieron. Cuatro años después del inicio del programa, los participantes tenían un 65 % más de probabilidades de ejercer un oficio especializado, como carpintería, sastrería o peluquería; asimismo, el 38 % informó que sus ingresos habían aumentado, mientras que los activos empresariales se incrementaron un 57 %.

Las iniciativas de inclusión económica están transformando la vida de millones de personas al eliminar las limitaciones que impiden a los más pobres alcanzar todo su potencial productivo.  En la actualidad, el Banco Mundial financia 157 programas de este tipo en todo el mundo, en sectores que incluyen la protección social, la creación de empleo, la agricultura, el medio ambiente, el financiamiento, la innovación, el desarrollo social y la educación. Seguiremos promoviendo un enfoque multidimensional para reducir la pobreza y mitigar el impacto de la emergencia mundial, y para crear el valioso capital humano que será necesario para impulsar la recuperación económica.

 

ENLACES RELACIONADOS

Los programas de inclusión económica ya benefician a 92 millones de personas en todo el mundo

Informe Estado de la inclusión económica 2021: El potencial para ampliar los programas (i)

Cuatro observaciones reveladoras del nuevo informe Estado de la inclusión económica 2021

Portal de datos de la Alianza para la Inclusión Económica (i)

La respuesta del Grupo Banco Mundial a la pandemia de COVID-19 (coronavirus)


Autores

Mari Elka Pangestu

Ex directora gerente de Políticas de Desarrollo y Alianzas del Banco Mundial

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