Estamos saliendo de décadas en que la mentalidad era “crecer ahora, limpiar después” que generó beneficios en términos de desarrollo y ocultó, al mismo tiempo, numerosos problemas sociales y ambientales. En 2020, este paradigma se enfrentó a las realidades de una pandemia mundial, el empeoramiento del cambio climático y los conflictos. En los países pobres y en las comunidades pobres, las personas que solo se habían beneficiado marginalmente del desarrollo fueron las primeras en experimentar sus deficiencias.
El capital natural —la abundancia de la naturaleza— constituye la riqueza de los pobres. Su degradación y pérdida son la carga que ellos deben soportar. Los países más pobres podrían perder el 10 % de su PIB anualmente de aquí a 2030 debido a la degradación de la naturaleza. La pérdida de polinizadores provocada por la destrucción del hábitat y la contaminación afectará el 75 % de los cultivos alimentarios, y reducirá la productividad y aumentará la escasez de alimentos y los precios de los alimentos. Esto no es solo un riesgo para un futuro lejano: ya peligran los avances en materia de desarrollo logrados con gran esfuerzo.
Pero el pasado no es un prólogo. La naturaleza ya no está al margen de la agenda de desarrollo, sino que es un aspecto central , como queda reflejado en los compromisos contraídos en la última Asamblea General de las Naciones Unidas, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica (COP15). De hecho, en el Marco Mundial de la Diversidad Biológica aprobado en la COP15 se establece un plan global para proteger la naturaleza y garantizar que pueda ser un motor de empleo y crecimiento a largo plazo, al tiempo que ayuda a reducir las emisiones de carbono.
He aquí cómo tenemos previsto apoyar a los países y las comunidades a medida que transforman este compromiso en impacto:
- Invertir en datos y trabajos analíticos.Comprender y medir el valor de la naturaleza es fundamental. Es esencial que la naturaleza se plasme en los balances generales de los sectores público y privado para poder tomar las decisiones correctas. Por ejemplo, en Uganda existen los bosques con mayor biodiversidad de África, y son el pilar del turismo basado en la naturaleza del país. Sin embargo, estos bosques están desapareciendo a un ritmo de 2,6 % al año. Según estimaciones, el costo total de la degradación ambiental en el país es del 17 % del PIB. El Programa Mundial sobre Sostenibilidad (i) hizo posible que Uganda, y otros 27 países, pudieran generar datos y herramientas para medir las contribuciones de estos recursos a la economía y considerarlos a la hora de tomar decisiones de políticas.
- Ampliar la coalición de asociados comprometidos con el desarrollo positivo para la naturaleza. Invertir en la naturaleza requiere un enfoque que abarca todo el Gobierno, por ello trabajamos con todos los ministerios y niveles gubernamentales, por ejemplo, a través del Programa de Paisajes Sostenibles de la Amazonía. Sin embargo, el éxito del Marco Mundial de la Diversidad Biológica no deberá limitarse al Gobierno, sino que requerirá una acción en que participe toda la sociedad. El Mecanismo de Donaciones Específico administrado por el Banco fortalece la capacidad de los pueblos indígenas y las comunidades locales para representar sus propios intereses, implementar actividades y estar a cargo de la agenda para la naturaleza en sus comunidades y países. También seguiremos trabajando con el sector privado para incorporar criterios ecológicos en los flujos financieros y las decisiones de inversión, y movilizar fondos adicionales para la biodiversidad, y ello incluye continuar colaborando con los bancos centrales para comprender la relación entre los sectores financieros de los países y la naturaleza.
- No limitarse solo a la conservación. Gran parte de la atención en torno al Marco Mundial de la Diversidad Biológica se ha centrado en el objetivo de proteger el 30 % de las tierras y los mares del mundo para dejar espacio a la naturaleza. Pero no podemos arriesgarnos a crear islas de biodiversidad en un “estacionamiento” mundial. Lo que hacemos en toda la tierra y el mar importa, desde las crestas de las montañas hasta los arrecifes. Esto significa que debemos priorizar la naturaleza cuando se trabaja en todos los sectores del desarrollo. Pensemos en el sector agrícola: es la base de la seguridad alimentaria, pero sumamente vulnerable al cambio climático y uno de los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero, así como de la pérdida de hábitats y de biodiversidad. Iniciativas como nuestros planes de inversión en agricultura climáticamente inteligente generan el triple beneficio de aumentar la productividad, proteger el suministro de alimentos y reducir las emisiones, al tiempo que se protege la biodiversidad.
- Movilizar financiamiento con velocidad y amplitud de escala. En la COP15, el debate se centró en gran medida en la cantidad de financiamiento necesario. Estamos de acuerdo en que se precisa más, de todas las fuentes. Proporcionamos USD 2800 millones en apoyo directo a la biodiversidad en el último ejercicio (julio de 2021 a junio de 2022), y nuestro compromiso es aumentar nuestras inversiones sin perjudicar la naturaleza. Pero tan importante como la cantidad es el acceso al financiamiento, lo que significa reducir la fragmentación actual y asegurar que los fondos se dirigen a donde más se necesita. Nos hemos comprometido a eliminar los obstáculos para que los países menos adelantados, los pequeños Estados insulares en desarrollo y los pueblos indígenas se beneficien con nuestro financiamiento. Esto implica crear plataformas y programas en los cuales las comunidades indígenas puedan convertirse en receptoras directas de financiamiento e identificar intermediarios confiables que puedan apoyarles mientras tanto.
- No olvidar la contaminación. La contaminación provoca 9 millones de muertes prematuras al año: el 95 % de ellas en países de ingreso bajo y mediano. Pero el aire, el agua y el suelo contaminados no solo están envenenando a las personas; también están socavando los resultados educativos, afectando la productividad y aumentando los costos de la atención de salud. La contaminación por plásticos no controlada dan origen a zonas de pesca llenas de desechos o provocan que el ganado se enferme por comer basura, y ambas situaciones introducen plástico en nuestra cadena de alimentos. El Banco Mundial ayuda a los países a abordar la contaminación mediante la gestión de los desechos y el apoyo a la transición hacia economías más circulares y opciones de consumo y producción sostenibles.
Cuando me incorporé al Banco Mundial en 2003, la naturaleza era un área de trabajo especializada. Hoy es diferente. Sabemos más, especialmente sobre la importancia del capital natural para nuestra lucha contra la pobreza. Nosotros también hacemos más. En los últimos 20 años, hemos establecido un historial de integración del desarrollo, el clima y la naturaleza, y de recompensa a los países de ingreso bajo por acoger y producir bienes públicos, protegiéndolos al mismo tiempo de soportar injustamente la carga de los “males” públicos. Y al impulsar nuestros esfuerzos conjuntos, confío en que podremos ayudar a liberar el potencial de la naturaleza como un motor del desarrollo verde, resiliente e inclusivo.
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