Existe la creencia generalizada de que el crecimiento económico está causando la muerte de nuestro planeta, y numerosas investigaciones a lo largo de décadas respaldan esta presunción. Hace 50 años, el Club de Roma publicó su famoso informe titulado Los límites del crecimiento, en el que se sostenía que, si no se producían grandes cambios en los patrones de consumo, la degradación ambiental y el agotamiento de los recursos naturales conducirían a una disminución catastrófica de las poblaciones y los niveles de vida.
Desde la publicación del informe, la población mundial se ha duplicado con creces hasta alcanzar hoy los 8000 millones de habitantes, y los ingresos —por tanto, el consumo— han aumentado en todo el mundo. Un desafortunado subproducto de este crecimiento ha sido una disminución de casi todos los indicadores ambientales.
Solo desde el año 2000, el mundo ha perdido más del 10 % de la cubierta arbórea (i), una superficie que representa casi la mitad del tamaño de Estados Unidos. La calidad del agua está disminuyendo en los países ricos y pobres por igual (i), amenazando el crecimiento y dañando la salud pública. En la actualidad, la contaminación atmosférica acorta la vida de una persona promedio en 2,2 años (i), y se cobra más vidas cada año que todas las guerras y formas de violencia. Y el 40 % de toda la tierra se considera hoy degradada (i), lo que empeora la crisis climática, reduce la biodiversidad y pone en peligro la seguridad alimentaria.
Con todas estas formas vitales de capital natural en declive, hay que plantearse una pregunta fundamental: ¿podemos utilizar nuestro capital natural de manera más eficiente y, al mismo tiempo, permitir a las personas tener una vida mejor y proteger a nuestro planeta de la destrucción?
"¿Podemos utilizar nuestro capital natural de manera más eficiente y, al mismo tiempo, permitir a las personas tener una vida mejor y proteger a nuestro planeta de la destrucción?"
Casi todos los países explotan el capital natural de manera poco eficiente
Para responder esta pregunta, el Banco Mundial se asoció con el Natural Capital Project (i) (Proyecto de Capital Natural), un equipo de científicos, economistas, ingenieros informáticos y profesionales de otras áreas. Esta asociación fomentó el desarrollo de modelos agrícolas, ecológicos y económicos que pueden guiarnos para utilizar de la mejor forma la tierra, el agua y el aire. Estos modelos se basan en macrodatos —más de 8000 millones de puntos de datos— sobre los bosques y la vegetación, la producción agrícola, los recursos hídricos, el clima y la contaminación atmosférica. Los resultados se presentan en un nuevo informe titulado Nature’s Frontiers: Achieving Sustainability, Efficiency, and Prosperity with Natural Capital (Las fronteras de la naturaleza: Lograr sostenibilidad, eficiencia y prosperidad con el capital natural).
Las conclusiones de este modelado sugieren que casi todos los países del mundo están utilizando su capital natural de manera poco eficiente. Siembran cultivos en climas y condiciones geográficas inapropiadas, crían ganado en tierras más adecuadas para la agricultura y deforestan vastas extensiones sin replantar, lo que limita los futuros ingresos forestales y destruye sumideros de carbono y hábitats naturales críticos. Estas acciones están provocando grandes déficits de eficiencia.
La asignación deficiente del capital natural puede atribuirse a numerosos factores, entre ellos los subsidios desacertados (i), la situación precaria de los derechos sobre la propiedad y la falta de aplicación de las áreas protegidas. Sin embargo, la razón principal es que a menudo el capital natural carece de un precio o se le subvalora, y ello distorsiona los incentivos. Esta falta de precios hace que el capital natural se desperdicie, se utilice de manera poco sostenible, y pocas veces se asigne para maximizar los beneficios que podría aportar.
Subsanar los déficits de eficiencia podría ayudar a enfrentar nuestros desafíos más apremiantes
Sin embargo, hay noticias alentadoras. Corregir estas ineficiencias y subsanar los déficits de eficiencia podría ayudar a enfrentar algunos de los desafíos más apremiantes del mundo. Casi todos los 146 países que estudiamos presentan déficits de eficiencia importantes, y ellos podrían beneficiarse si utilizaran su capital natural de manera más eficiente. Cuando consolidamos los datos de todos estos países, los resultados son sorprendentes.
"Casi todos los 146 países que estudiamos presentan déficits de eficiencia importantes, y ellos podrían beneficiarse si utilizaran su capital natural de manera más eficiente".
Encontramos que los países pueden subsanar los déficits de eficiencia a través de diferentes combinaciones del uso del suelo y de la cubierta vegetal. El gráfico siguiente representa un “límite de eficiencia” de los niveles óptimos de producción económica y secuestro de carbono, y muestra la situación actual. Hoy en día, el mundo genera alrededor de USD 401 000 millones al año a partir de sus tierras. Si todos los países subsanaran sus déficits de eficiencia en la producción y, al mismo tiempo, mantuvieran el nivel actual de almacenamiento de carbono, podrían prácticamente duplicar ese monto y llegar a USD 730 000 millones anuales y alcanzar el límite de eficiencia. Esto se podría lograr sin causar impactos ambientales, como la liberación de carbono, o de metano, o la pérdida de biodiversidad. Quizás lo más impresionante es que, si consideramos esto en términos de calorías producidas por la agricultura en lugar de dólares, la cantidad de calorías serían más que las necesarias para alimentar al mundo hasta 2050, cuando la población mundial alcanzará los 10 000 millones de personas, según estimaciones de las Naciones Unidas.
Del mismo modo, si todos los países subsanaran los déficits de eficiencia manteniendo la producción, pero secuestrando una mayor cantidad de carbono, alcanzarían el límite y se podrían secuestrar otros 78 000 millones de toneladas de carbono en los paisajes del mundo. Esto equivale a casi dos años de emisiones mundiales y el mundo tendría el tiempo que tanto necesita para descarbonizarse. Y, de nuevo, esto se podría lograr sin reducir el crecimiento económico o la producción de alimentos. Los beneficios se obtienen simplemente al subsanar los déficits de eficiencia y aprovechar al máximo nuestro capital natural.
Alcanzar estos ambiciosos objetivos no será fácil. No tenemos una varita mágica para que nuestros paisajes sean instantáneamente más eficientes. Necesitamos movilizar a los Gobiernos, las empresas y los individuos para iniciar estos cambios, que solo se pueden conseguir implementando las políticas y los incentivos adecuados. El aspecto de estas políticas dependerá de cada país y de sus circunstancias. La próxima fase de este proyecto incluye colaborar con los equipos de los países y los clientes del Banco Mundial para hacer realidad estos objetivos, y para lograrlo necesitaremos su apoyo.
Descargue el informe: Las fronteras de la naturaleza: Lograr sostenibilidad, eficiencia y prosperidad con el capital natural (i)
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