Los sectores público y privado tienen un interés común en el crecimiento económico sostenible y la infraestructura resiliente. Sin embargo, la realidad actual muestra que el crecimiento económico mundial es escaso, mientras que los riesgos de que la situación empeore siguen siendo preocupantes. A esto se suman las consecuencias adversas que el cambio climático continúa generando en el planeta y el futuro incierto que esto trae aparejado. Si bien estas circunstancias nos afectarán a todos, sabemos que los países en desarrollo son especialmente vulnerables tanto a la desaceleración macroeconómica como a los impactos del cambio climático.
Las inversiones en infraestructura sostenible son sumamente beneficiosas para las economías: ayudan a incrementar la capacidad productiva y elevar las tasas de crecimiento, a la vez que fortalecen la resiliencia del país para que pueda soportar e incluso combatir futuros riesgos climáticos. En el informe titulado Lifelines, elaborado por el Banco Mundial y el Fondo Mundial para la Reducción de los Desastres y la Recuperación (i), se señala que el beneficio neto de construir obras de infraestructura más resilientes en los países de ingreso bajo y mediano ascendería a los USD 4200 billones, con un beneficio de USD 4 por cada USD 1 invertido.
No obstante, los Gobiernos carecen de la capacidad financiera para satisfacer por sí solos estas necesidades. El sector privado debe desempeñar una función de mayor peso en esta área. Si se destrabaran los fondos de la base de activos de inversión de largo plazo, que ascienden a unos USD 80 billones y que incluyen activos administrados por compañías aseguradoras, fondos de pensiones y fondos soberanos de inversión, se contribuiría de manera muy significativa al financiamiento de estas necesidades.
Un llamado a la acción: tres pilares clave que pueden generar un mundo más resiliente
En mi opinión, hay tres pilares que los sectores público y privado deben abordar para subsanar en conjunto el déficit de financiamiento de la infraestructura y contribuir a lograr un mundo más resiliente:
En primer lugar, para invertir en infraestructura sostenible debemos gastar más y mejor (i). No obstante, son muchos los países que no construyen la infraestructura necesaria para que sus economías avancen. Y cuando lo hacen, las obras no cuentan con los seguros adecuados que las protejan de los posibles impactos del cambio climático, como los riesgos físicos y de transición.
En segundo lugar, los inversionistas institucionales, como las compañías de seguros, se encuentran en una posición ideal para comprometerse a brindar financiamiento de largo plazo para infraestructura, dado que el horizonte temporal de sus pasivos es extenso. Sin embargo, las investigaciones realizadas por el Banco Mundial (PDF, en inglés) muestran que la proporción que corresponde a los inversionistas institucionales en el total de la participación privada en el financiamiento de infraestructura (PDF, en inglés) en todo el mundo es de un escaso 67 %. Son muchos los desafíos que deben superarse para alentar una participación más significativa; por ejemplo, sabemos que sería útil lograr mayor estandarización. No obstante, uno de los principales desafíos que siguen encontrando los inversionistas es la falta de oportunidades financiables, particularmente en infraestructura sostenible.
Aquí es donde las asociaciones internacionales como la Plataforma Global de Infraestructura (GIF) (PDF, en inglés) pueden desempeñar una función clave. En el marco de esta plataforma, somos uno de los 50 asociados que aportan la voz del sector privado: intercambiamos conocimientos y hacemos sondeos de mercado a fin de ayudar a crear un entorno propicio para proyectos de infraestructura sostenible que resulten financiables. En particular, Swiss Re y la GIF respaldan la aplicación de condiciones y requisitos de divulgación armonizados para facilitar una mayor participación de los inversionistas.
El tercer pilar es el uso de alianzas público-privadas (APP) inteligentes, con las que se pueden reducir las presiones sobre los presupuestos gubernamentales. Si se implementan adecuadamente, las APP pueden mejorar la eficiencia, generar una rentabilidad atractiva y propiciar una distribución de riesgos eficaz. Esto último reviste particular importancia para los inversionistas institucionales, dado que menos del 20 % de las 500 ciudades más grandes del mundo cuentan con una calificación crediticia de grado de inversión. La formulación de una transacción piloto de APP que represente las "mejores prácticas", tanto en lo que respecta a los términos contractuales como a la documentación, sería de gran utilidad para todas las partes —especialmente si en este proceso participara un banco multilateral de desarrollo— y nos permitiría avanzar en la creación de una clase de activos comercializable.
La sostenibilidad debe ser el eje de nuestras decisiones sobre inversión en infraestructura
En Swiss Re (i) creemos que las inversiones sostenibles son también operaciones razonables desde el punto de vista económico. Nuestro informe titulado Responsible Investments – The next steps in our journey (Inversiones responsables: Las próximas etapas de nuestro camino) (i) muestra que la aplicación de parámetros ambientales, sociales y de gobernanza permite mejorar el perfil de la rentabilidad ajustada según el riesgo en el largo plazo. Por este motivo, en la actualidad invertimos casi el 100 % de nuestros recursos, unos USD 130 000 millones, en activos que cumplen con nuestros criterios en materia ambiental, social y de gobernanza.
El sector público, incluidos los bancos multilaterales de desarrollo, también realiza aportes clave. Por ejemplo, actualmente las dos terceras partes de la cartera de la GIF corresponden a proyectos inocuos para el clima, y esperamos que esta proporción crezca a medida que el sector privado vaya intensificando su énfasis en los valores ambientales, sociales y de gobernanza. Para dar impulso a esta tendencia, publicaremos un documento elaborado conjuntamente con la GIF y referido a la infraestructura sostenible, con el que buscamos consolidar aún más el diálogo público-privado.
Con las miradas puestas esta semana en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático que se lleva adelante en Madrid, no hay duda de que el riesgo climático es un riesgo sistémico. No debemos esperar para hacer lo correcto, a fin de evitar un "momento Minsky" (i) en el clima. Los sectores público y privado deben trabajar en conjunto. La inversión en infraestructura sostenible, en particular en los países en desarrollo, donde las necesidades son mayores, constituye una oportunidad para promover la resiliencia económica y climática y a la vez impulsar la prosperidad en el mundo.
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