Todos los días, en nuestra bandeja de entrada recibimos mensajes de alerta de una crisis en desarrollo. Los informes —que anuncian una crisis humanitaria y muestran la desesperación cada vez mayor entre aquellos a quienes servimos— son alarmantes. Y con la pandemia de la COVID-19, es probable que la situación empeore aún más.
La peor invasión de langostas en una generación se propaga por África, Oriente Medio, Norte de África y Asia meridional, debido al fenómeno El Niño que ya termina y ciclones originados por el cambio climático. Las langostas, la plaga migratoria más destructiva del planeta, pueden viajar hasta casi 145 kilómetros al día, formar nubes compactas que pueden incluir 80 millones de insectos y comer la misma cantidad de vegetales que consume diariamente una ciudad grande (i).
Los enjambres de langostas han infestado 23 países. África oriental es el epicentro de la crisis provocada por estos insectos, y Etiopía, Kenya, Somalia y Uganda son algunos de los países afectados. Pero las langostas han viajado lejos. También están acabando con los cultivos en Pakistán y dañando las granjas en Yemen, un país frágil que ya ha sido golpeado por años de conflictos. La crisis mundial de la langosta está obligando a los Gobiernos a luchar en dos frentes.
"La crisis mundial de la langosta está obligando a los Gobiernos a luchar en dos frentes".
La batalla para contener al nuevo coronavirus, que ya ha contagiado a más de 1 millón de personas, continúa sobrecargando a los servicios de salud y afecta gravemente la economía mundial. Y también está la lucha para controlar la plaga de langostas que destruye millones de hectáreas de cultivos, dejando campos yermos y devastando las cosechas de los agricultores. Se estima que los enjambres destruyeron más de 1700 granjas agropastoriles y casi 50 000 hectáreas de pastizales en Djibouti. Las langostas han asolado también grandes extensiones de territorio en el Cuerno de África, donde más de 24 millones de personas sufren inseguridad alimentaria y 12 millones se encuentran desplazadas dentro de la región.
En tiempos de la COVID-19, la invasión de langostas es una crisis dentro de una crisis que pone en riesgo la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia de millones de personas. Y esto ocurre en un momento en que muchos países se están recuperando todavía de crisis recientes y en que las capacidades de respuesta tradicionales de las comunidades han alcanzado su límite. Al parecer África caerá en su primera recesión en 25 años debido al brote del nuevo coronavirus, lo que obstaculizará aún más la capacidad de los Gobiernos de contrarrestar la situación.
Apenas la semana pasada, se informó sobre la presencia de enjambres de langostas recién nacidas en África oriental, lo que constituye una segunda oleada más grande de infestación (i) y representa una amenaza preocupante que coincide con la temporada de siembra en la región. En Kenya, los agricultores plantaron maíz, frijoles, sorgo, cebada y mijo en las últimas semanas con la esperanza de que una estación lluviosa favorable permita un crecimiento abundante a fines de abril y mayo. Pero con los nuevos enjambres que ganan tamaño y fuerza, los expertos temen que hasta el 100 % de los cultivos de los agricultores puede verse afectado en Kenya y otras zonas.
"Si no se adoptan medidas a gran escala para controlar a las langostas, los daños y las pérdidas podrían llegar a USD 8500 millones a fines de 2020".
Si los países no actúan ahora, la población de langostas crecerá exponencialmente —se prevé que su número actual se multiplicará hasta 400 veces en junio— y posiblemente se propague a zonas nuevas, como África occidental, justo cuando los cultivos estén listos para ser cosechados. Si no se adoptan medidas a gran escala para controlar a las langostas, los daños y las pérdidas podrían llegar a USD 8500 millones a fines de 2020.
Las plagas de langostas pueden ser difíciles de manejar en circunstancias normales, ya que requieren cooperación transfronteriza para destruir los enjambres antes de que se multipliquen y equipos (como aviones) que no siempre están disponibles. La pandemia de la COVID-19 hará las cosas aún más difíciles. La interrupción de las cadenas de suministro ya está retrasando la entrega de equipos de control de langostas e impidiendo el acceso a materiales y servicios críticos. Los bloqueos y las restricciones de viaje imposibilitan que los equipos de respuesta lleguen a zonas que necesitan con urgencia su asesoría y conocimientos.
Pero pese a que los países afectados están al límite de sus posibilidades y amenazados por la pandemia, es fundamental actuar ahora para evitar una mayor devastación y el peligro de una hambruna que durará varios años. Y la comunidad del desarrollo debe mantenerse a su lado para ofrecerles apoyo.
El Grupo Banco Mundial actúa para proporcionar un apoyo flexible a los países afectados por la invasión de langostas.
En respuesta a las necesidades urgentes, el Grupo Banco Mundial actúa para proporcionar un apoyo flexible a los países afectados por la invasión de langostas. El Banco trabaja en estrecha coordinación con sus asociados, entre ellos la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que encabeza las medidas de control. Para respaldar la respuesta a corto plazo, el Grupo Banco Mundial está movilizando financiamiento de emergencia, combinado con asesoramiento sobre políticas y asistencia técnica, para apoyar a los países en su respuesta inmediata a la infestación. En Kenya, un fondo de emergencia por USD 13,7 millones ayuda al Gobierno a crear seis bases de control en los condados afectados que se encargarán de coordinar las operaciones de control, desplegar los aviones de vigilancia y suministrar los equipos de control en tierra y otros materiales necesarios. Djibouti también ha recibido fondos de emergencia.
Para asistir a los países en el largo plazo, el Grupo Banco Mundial está finalizando la preparación de un paquete de apoyo más amplio. El objetivo del programa es ayudar a las comunidades y hogares afectados a enfrentar los impactos económicos de los daños producidos por las langostas, recuperar sus medios de subsistencia y prevenir futuros brotes de plagas. A pesar de que la pandemia de la COVID-19 nos hace enfrentarnos a algunos desafíos, estamos trabajando arduamente para proporcionar el paquete en un plazo acelerado, de modo que los agricultores, los pastores y las comunidades rurales duramente afectados puedan recuperarse cuanto antes.
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