Esta semana, los países del mundo se reúnen en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York, para ratificar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que guiarán los esfuerzos en favor del desarrollo mundial hasta el año 2030. Si bien el Grupo Banco Mundial y sus contrapartes multilaterales han apoyado y participado activamente en la elaboración de los ODS, son los propios países los que han establecido este programa.
El programa es ambicioso (incluye más del doble de metas que los ocho objetivos de desarrollo del milenio [ODM], que caducarán oficialmente a fines de 2015) y abarcador. Por ejemplo, mientras que con el primer ODM se proponía "poner fin a la pobreza extrema y el hambre", los ODS que lo reemplazan abordan estos problemas en su totalidad: "Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo" (primer objetivo) y "poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible" (segundo objetivo). Y en un mundo cuyos "mercados emergentes" incluyen en la actualidad economías más grandes que muchos miembros de la Unión Europea, los países han decidido que estos objetivos fueran universales, aplicables por igual a los países ricos y pobres de todo el mundo.
Este enfoque integral refleja otros cambios fundamentales en el modo en que los países comprenden el desarrollo. El cambio climático no se detiene en las fronteras, y las personas emigran buscando oportunidades o huyendo de conflictos. El desarrollo es inseparable de la inversión y el financiamiento privados. Los cambios que más importan son inherentemente mundiales, aun cuando los esfuerzos en pos del desarollo se centren en las necesidades de determinadas comunidades, ciudades, países y regiones.
La magnitud del desafío
Varios directivos del Grupo Banco Mundial han comenzado a articular el modo en que podemos contribuir al logro de los ODS y qué significan estos objetivos para los países a los que brindamos servicios. Varios de ellos han escrito artículos recientemente para una serie del Huffington Post (i) sobre estos objetivos.
Ciertamente, las cifras siguen siendo abrumadoras. Por ejemplo, "1100 millones de personas aún viven sin electricidad, y otros 2900 millones cocinan y usan como medios de calefacción combustibles contaminantes", tal como señala Anita George, directora superior de Prácticas Mundiales de Energía e Industrias Extractivas. De modo similar, "casi 2500 millones de personas en todo el mundo todavía carecen de acceso a saneamiento adecuado y 768 millones no tienen agua potable", indica Dimitris Tsitsiragos, vicepresidente de Servicios Globales a los Clientes de la Corporación Financiera Internacional (IFC).
Estas cifras son los valores de base: las variaciones climáticas, el aumento y la mayor concentración de las poblaciones, y la mejora en los niveles de vida imponen nuevas presiones en gran parte del mundo. Como señala Rachel Kyte, vicepresidenta y enviada especial para el Cambio Climático: "Si continúa nuestra actual trayectoria de emisiones, no hay posibilidades de que alcancemos los ODS para la fecha límite de 2030". Junaid Ahmad, director superior de Prácticas Mundiales de Agua, anticipa que "los esfuerzos en el mundo encaminados a lograr la seguridad alimentaria y energética y la urbanización sostenible crearán una demanda sin precedentes de agua”. Y como resume Paula Caballero, directora superior de Prácticas Mundiales de Medio Ambiente y Recursos Naturales: "No hay un planeta B".
Motivos para el optimismo
Podría parecer que este contexto condena los ODS al fracaso; sin embargo, hay motivos considerables para ser optimistas respecto de la solución de estos desafíos. "Tendremos que encontrar formas nuevas de pensar problemas añejos", indica Ana Revenga, directora superior de Prácticas Mundiales de Reducción de la Pobreza y Promoción de la Equidad. Por su parte, Gavin Wilson, director ejecutivo de IFC Asset Management Company, señala que las claves son los conocimientos, el financiamiento y las alianzas, e indica que la primera cuestión referida a los conocimientos técnicos ya está bastante avanzada: "El problema radica en cómo financiar esas soluciones y cómo conformar alianzas para implementarlas".
A su vez, se está abordando el tema del financiamiento de manera directa y colaborativa. Con el fin de allanar el camino a los ODS (en el contexto de un amplio reconocimiento de que para hacerlos realidad se necesitarán billones de dólares, no ya miles de millones), en julio de este año el Grupo Banco Mundial se unió a la comunidad internacional en la Tercera Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, celebrada en Addis Abeba, Etiopía. En las deliberaciones de ese encuentro se puso de relieve que el Grupo Banco Mundial debía centrarse en tres tareas: brindar financiamiento proveniente de sus propias instituciones, ayudar a los países asociados a movilizar sus recursos internos y movilizar financiamiento adicional del sector privado.
Para tener éxito en esta empresa, será necesario "utilizar el escaso financiamiento público del que disponemos de forma tal de atraer inversión privada", en palabras de Joachim von Amsberg, vicepresidente de Financiamiento para el Desarrollo. Nuestra singular función, agrega, es la de actuar como "máquina de movilizar", sacando provecho de la confianza que hemos generado en todos estos años a fin de reunir los enormes montos de financiamiento para el desarrollo que harán falta para hacer realidad los ODS.
Establecer las conexiones
Cuando los directivos del Grupo Banco Mundial analizan los ODS, tienden a poner de manifiesto la misma mentalidad interconectada que han adoptado los países, en virtud de la cual hacen referencia a otros sectores inextricablemente unidos a los suyos. Por otro lado, si bien medir los avances supondrá la aplicación de un amplio conjunto de indicadores, esa exhaustividad forma parte del propósito: es digno de destacar que los ODS tienen muy pocas salvedades y excepciones. Para hacerlos realidad, se requerirá nada menos que una transformación económica mundial. Algunos elementos de esta transformación ya se han puesto en marcha, cada vez con mayor intervención de los países, las industrias y la propia gente.
Es válido preguntar, desde luego, cómo se integrarán los nuevos objetivos mundiales con las metas del Grupo Banco Mundial referidas a la pobreza y la prosperidad. En realidad, se refuerzan mutuamente: los ODS y sus indicadores ayudarán a verificar los avances de un modo integral que ya considerábamos imprescindible. Para poner fin a la pobreza y promover la prosperidad compartida, observa Sri Mulyani Indrawati, directora gerente y oficial principal de Operaciones del Grupo Banco Mundial, "los países deberán hacer todo lo que sea posible en cada ámbito del desarrollo: la salud, la educación, la energía o cualquier otra esfera comprendida en los 17 nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible”.
Los países del mundo han comenzado a responder a los desafíos que representan los ODS. Y el Grupo Banco Mundial los acompaña.
Ciertos fragmentos de este blog se publicaron anteriormente en el Huffington Post. (i)
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