Cuando celebramos hoy el Día Mundial de la Tierra, los desafíos del cambio climático son nuestra mayor prioridad. ¿Qué significa el cambio climático para América Latina y el Caribe? Esta es nuestra guía rápida para los diez puntos clave en torno al impacto, las oportunidades y las prioridades del cambio climático en la región y el mundo.
1. – Latinoamérica y el Caribe representa alrededor del 10 % de las emisiones mundiales de GEI.
La región representó el 10 % de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a nivel mundial en 2018, mientras que esta cifra fue de solo el 5,5 % en 2000 . Tanto México como Brasil se encuentran entre los primeros 20 emisores del mundo, aunque solo representan el 1,33 % de las emisiones mundiales cada uno.
2. – Las emisiones GEI en la región provienen mayormente de cambios en el uso del suelo y de la agricultura.
Las principales fuentes de emisiones GEI provienen de los cambios en el uso del suelo, de la forestación (35 %) y de la agricultura (23 %). A pesar de la importancia de la Amazonia como sumidero de carbono, absorbiendo el 5 % de las emisiones mundiales, entre agosto de 2019 y julio de 2020 se perdieron un total de 11.088 km2 de bosques a causa de la deforestación y del fuego . El transporte y la energía en conjunto representan otro 20 % de las emisiones. Esto difiere respecto al resto del mundo, donde la energía representa una parte mucho más grande de las emisiones GEI. Si bien América Latina y el Caribe en general exhibe una matriz energética relativamente verde, México, Centroamérica y muchos estados caribeños dependen en gran medida de los combustibles fósiles, mientras que otros, como Brasil, corren riesgo de ver cómo la participación de las energías renovables decrece a medida que el cambio climático hace que la generación hidroeléctrica sea menos confiable.
3. – ALC está muy expuesta a un aumento en la variabilidad y los extremos climáticos.
El calor extremo y los cambios en los patrones de precipitación están impactando en las ciudades, la productividad agropecuaria, los regímenes hidrológicos y la biodiversidad. Los océanos más cálidos amenazan a la industria pesquera y al turismo de la región, como en el Caribe, donde en los últimos años se perdieron el 80 % de los arrecifes de coral. Los glaciares andinos retrocedieron casi un tercio entre 2000 y 2016, derritiéndose más rápido que en cualquier otra región del mundo. Esto resultó en la pérdida de una de las principales fuentes de agua dulce para el consumo, irrigación y energía hidroeléctrica. Para el año 2050, las inundaciones costeras causadas por el aumento del nivel del mar podrían generar un promedio de entre $940 y $1200 millones de pérdidas anuales en las 22 principales ciudades costeras de la región.
4. – Los desastres relacionados con el cambio climático aumentan en frecuencia e intensidad.
El año 2020 fue el segundo año más caluroso en Sudamérica y el Caribe después del 2014, según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés). La temporada de huracanes 2020 rompió todos los récords con dos grandes huracanes que impactaron Centroamérica en menos de dos semanas, causando decenas de miles de millones de dólares en daños a viviendas, líneas eléctricas y lugares de trabajo en medio de graves crisis económicas y sociales.
5. – Para el año 2030, el cambio climático podría empujar a la pobreza extrema a tres millones de personas por año.
Cada año, un promedio de entre 150.000 y 2.100.000 de personas son empujadas a la pobreza extrema en la región debido a los desastres por fenómenos naturales . La seguridad alimentaria y nutricional podría verse gravemente afectada, con una reducción prevista de alrededor de 20 % en el rendimiento de los cultivos de frijol y maíz en Centroamérica y el Caribe para el año 2050.
6. – El cambio climático ya está teniendo un impacto importante sobre el crecimiento de Latinoamérica.
En promedio, alrededor del 1,7 % del PIB se pierde cada año a causa de desastres relacionados con el clima. Varios países están experimentando sequías más prolongadas y tormentas e inundaciones más intensas que perturban la actividad económica y afectan los medios de vida. En Uruguay, por ejemplo, los shocks relacionados con el clima se han vuelto más frecuentes e intensos. La sequía de 2017-18 y las pérdidas concomitantes de cultivos y ganado costaron alrededor del 0,8 % del PIB, solo en 2018.
7. – Muchos países de la región están comprometidos con el Acuerdo de París.
Chile, Costa Rica, Jamaica y otros países han elaborado ambiciosos planes de cara al cambio climático con el fin de hacer que sus economías sean más verdes y neutras en carbono para el año 2050, además de desarrollar resiliencia para adaptarse a los impactos del cambio climático. Colombia y Argentina recientemente ampliaron su compromiso de alcanzar una descarbonización neta nula para el año 2050.
8. – El crecimiento verde presenta oportunidades para las economías latinoamericanas.
Para el año 2030, los cambios en la producción y en el consumo necesarios para encaminarse a una descarbonización completa podrían resultar en 15 millones de empleos adicionales en la región , en comparación con un escenario sin cambios. América Latina cuenta con recursos minerales clave para la agenda de la descarbonización (p. ej., litio), y puede reformar sectores como la forestación, la pesca y la acuacultura. Gestionados de forma sostenible, estos también pueden generar mayor crecimiento. Los productos agropecuarios respetuosos con el clima tienen un potencial enorme en los mercados de exportación y podrían significar una fuente importante de nuevos puestos de trabajo. Al mismo tiempo, asegurar el uso de prácticas respetuosas con el clima para los productos de exportación disminuiría el riesgo de barreras comerciales como los aranceles impuestos sobre empresas que operan con prácticas menos atentas al clima.
9. – Las ciudades deberán transformarse en polos verdes y productivos.
Con más del 80 % de la población que vive en áreas urbanas, las ciudades de la región deberán transformarse en polos verdes y productivos para reducir la congestión, el estrés térmico, la contaminación del agua y del aire, ampliar los espacios verdes y reducir el consumo de energía de las edificaciones. Una red de transporte público baja en carbono disminuirá la congestión vehicular y la contaminación y elevará la productividad. El planeamiento y el diseño urbanístico servirán para crear ciudades compactas; las soluciones naturales —como los bosques de manglares para protegerse de la energía undimotriz— ayudarán a las comunidades a adaptarse al impacto del cambio climático.
10. – La transición hacia una economía baja en carbono y resiliente es una oportunidad para el desarrollo inclusivo.
Apuntar los esfuerzos a reducir las emisiones derivadas de la degradación y tala de bosques creará oportunidades para la población rural y los pueblos indígenas dependientes de los bosques en la región. Impulsar la resiliencia ayudará a los más vulnerables, que son los más perjudicados por el impacto climático. Los esfuerzos por asegurar la transición hacia un crecimiento bajo en carbono, poniendo atención en quién gana y quién pierde, serán críticos para la equidad y la sostenibilidad.
Tanto la pandemia como las crisis climáticas magnificaron las desigualdades existentes y la exclusión en la región. Como parte del proceso de recuperación de la crisis de la COVID-19, las medidas contra el cambio climático pueden ayudar a generar mejores oportunidades económicas y medios de vida para las poblaciones más pobres y excluidas.
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