Para los más pobres del mundo, la pandemia de COVID-19 (coronavirus) ha provocado impactos sociales y económicos sin precedentes. Y para quienes viven en países afectados por fragilidad y conflicto, el desafío se agrava: están en la mira de una pandemia que ha aumentado la pobreza y, al mismo tiempo, se enfrentan a las causas subyacentes y las consecuencias de los conflictos.
Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, los conflictos violentos alcanzan el nivel más alto de los últimos 30 años. Estimaciones indican que hasta dos tercios de la pobreza extrema en todo el mundo se concentrarán en entornos frágiles de aquí a 2030. Y también estamos experimentando la mayor crisis de desplazamiento forzado desde la Segunda Guerra Mundial (i). Una vez que la pandemia pase, está claro que volver a la forma en que las cosas solían ser antes no será suficiente, especialmente para los países y las comunidades que se encuentran atrapados en una confluencia de desafíos sin precedentes.
Por lo tanto, nuestro objetivo debe ser más audaz: un statu quo más sostenible, más inclusivo y más resiliente. Para ello, es necesario adoptar un enfoque holístico que proteja el capital humano, cree empleos y oportunidades económicas, aborde el cambio climático y mejore la seguridad alimentaria en los países más vulnerables.
¿Cómo se desarrollaría esto sobre el terreno? El Banco Mundial ha trabajado con sus asociados durante años para sentar las bases que permitan impulsar la recuperación a gran escala a través de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), el fondo del Banco Mundial para los países más pobres. Desde el comienzo de la pandemia, la respuesta de la AIF se ha traducido en USD 11 600 millones en compromisos para situaciones de fragilidad y conflicto (SFC), de los cuales el 44 % son donaciones. Esto es parte de un compromiso más amplio e histórico de la AIF-19 de USD 25 500 millones para SFC realizado en diciembre de 2019.
Estos recursos específicos y adaptados abordan los factores subyacentes de la fragilidad, apoyan la creación de instituciones, restablecen las oportunidades económicas, hacen hincapié en la inclusión de poblaciones vulnerables como los jóvenes y las mujeres, y protegen el capital humano. Por ejemplo, ahora que Somalia y Sudán comienzan a reanudar su relación con la AIF, están recibiendo recursos críticos para aprovechar una oportunidad histórica de salir de los conflictos y crear resiliencia.
Hoy, antes de una nueva reposición de los recursos de la AIF (la AIF-20), nuestro financiamiento y experiencia se centran en la respuesta inmediata, sin perder de vista tres temas clave que son fundamentales para una recuperación resiliente e inclusiva a largo plazo.
Es fundamental centrarse en las poblaciones más vulnerables
En los entornos frágiles, la COVID-19 ha aumentado la presión sobre los ya de por sí estresados sistemas de salud, protección social y educación, todos los cuales están interconectados y son cruciales para crear resiliencia. El financiamiento de la AIF apoya a las comunidades a hacer frente a los efectos de la COVID-19 y, al mismo tiempo, a prepararse para el futuro.
Para salvaguardar el aprendizaje en tiempos de crisis, por ejemplo, se han reestructurado y ampliado los proyectos existentes. En Nigeria, se amplió el proyecto EdoBest (i) de la AIF para incluir materiales de autoestudio digitales que se envían a los estudiantes a través de acceso gratuito a Internet y de la aplicación WhatsApp, en tanto que, en Níger, una inversión de USD 140 millones permite expandir los programas de educación a distancia. Estas inversiones mantienen a los educadores y niños en aulas virtuales y ayudan a proteger el capital humano de los jóvenes para garantizar que puedan aprovechar las oportunidades económicas y los empleos futuros.
Del mismo modo, las donaciones para transferencias de efectivo han sido un salvavidas para millones de personas en Yemen (i), subsanando una carencia crítica de bienestar social y una necesidad urgente inmediata, especialmente en los hogares con mayor inseguridad alimentaria. Esto ayuda a evitar tanto la hambruna como la desnutrición y el retraso del crecimiento infantil, lo que a su vez contribuye a la salud y las perspectivas económicas de los beneficiarios y de las economías en el futuro. Un proyecto regional de sistemas de vigilancia de enfermedades (i), establecido después del gran brote de ébola en África occidental hace cinco años, ha posibilitado que África al sur del Sahara esté mucho mejor preparada frente a la COVID-19.
Una inversión adicional de USD 2200 millones de la AIF-19 para los refugiados y las comunidades de acogida ha ayudado a apoyar a las poblaciones vulnerables, con operaciones en 14 países (i). El Proyecto de Asistencia a Refugiados y Comunidades de Acogida en Chad (i), por ejemplo, permite al país responder a la COVID-19 mediante inversiones en infraestructura sanitaria y contratación de personal médico, pero también proporcionando transferencias de efectivo a los refugiados y las poblaciones de las comunidades de acogida para contrarrestar el impacto económico de la crisis sanitaria.
Nuestra asociación con la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) complementa las tareas humanitarias esenciales de socorro con la asistencia de más largo plazo necesaria para generar oportunidades económicas, reforzar los medios de subsistencia y aplicar políticas más inclusivas en los países de acogida para apoyar a los refugiados.
Los empleos y las oportunidades económicas pueden impulsar la estabilidad y la cohesión social
Alrededor de 23 millones de personas más en SFC cayeron en la pobreza extrema en 2020 como resultado de la COVID-19. Y las repercusiones de los conflictos no han disminuido: a pesar de los cierres y las restricciones a los viajes, el desplazamiento inducido por los conflictos dentro de los países ha seguido aumentando, incluso cuando el resto de la migración ha bajado. Por ejemplo, en Burkina Faso el número de desplazados internos en febrero de 2020 era siete veces mayor que el año anterior y, un año después, ha aumentado en otro 46 % (i).
En entornos frágiles, donde el sector privado local proporciona la gran mayoría de los puestos de trabajo, la disponibilidad de oportunidades económicas inclusivas para todas las poblaciones es fundamental para que exista un sentimiento de esperanza, estabilidad, cohesión social y, en última instancia, paz. En mercados frágiles y de ingreso bajo, el Servicio de Financiamiento para el Sector Privado de la AIF se centra en promover la inversión y proteger los medios de subsistencia. En Haití (i), por ejemplo, ayuda a una de las principales instituciones de microfinanzas del país a ampliar el financiamiento para las pequeñas y medianas empresas y las agroindustrias.
La AIF invierte en vías de los sectores público y privado para garantizar que nadie se quede atrás. Por ejemplo, en Afganistán —donde la participación de las mujeres en la vida pública es clave para un futuro más inclusivo y próspero— el proyecto TAGHIR (Cambio) facilita el ingreso de las mujeres en la administración pública (i), para que puedan participar plenamente en el desarrollo del país.
Es necesario abordar el cambio climático y la inseguridad alimentaria
El cambio climático y las crisis relacionadas con el clima afectan de manera desproporcionada a los más pobres y vulnerables. Y los vínculos entre el clima, los conflictos y el desplazamiento forzado son particularmente evidentes en zonas como el Sahel, donde la AIF protege los sistemas de pastoreo y ayuda a gestionar los conflictos.
Las crisis provocadas por el cambio climático, junto con los numerosos impactos de la pandemia, han agravado el problema del hambre. Once de los doce “puntos críticos” de inseguridad alimentaria aguda previstos para los próximos 12 meses —Afganistán, Burkina Faso, la República Democrática del Congo, Etiopía, Haití, Níger, Nigeria, Somalia, Sudán del Sur, Sudán, Yemen y Zimbabwe— están clasificados como SFC.
Sin embargo, el hecho de que todos estos países también reciban ayuda de la AIF presenta una oportunidad real de utilizar las inversiones tempranas para prevenir y mitigar las crisis alimentarias. Por ejemplo, en Somalia estamos invirtiendo USD 137 millones (i) para apoyar la recuperación de los medios de subsistencia y la infraestructura en las zonas afectadas por inundaciones y sequías, mientras se refuerza la resiliencia a largo plazo frente a la COVID-19 y a la reciente plaga de langosta que han amenazado la seguridad alimentaria.
Aunque los desafíos en los países afectados por fragilidad y conflicto son inmensos, la crisis actual representa una oportunidad para que la AIF atienda las necesidades urgentes de hoy y, al mismo tiempo, mantenga el pie en el acelerador para garantizar los avances en el programa a largo plazo de sentar las bases de la paz, la estabilidad y la prosperidad.
Este blog forma parte de una serie de artículos (i) sobre las formas de garantizar una recuperación resiliente de la COVID-19 en los países más pobres del mundo. Para conocer las últimas novedades, siga a @WBG_IDA y #IDAWorks.
ENLACES RELACIONADOS
El Grupo Banco Mundial y la Respuesta a la COVID-19 (Coronavirus)
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